El Sueño de Esteban en el Carnaval de Oruro



Esteban, un niño de diez años que vivía en la vibrante ciudad de El Alto, siempre había escuchado con entusiasmo las historias que su abuela le contaba sobre el famoso Carnaval de Oruro. Cada año, ella le relataba cómo las calles se llenaban de color, música y alegría, y cómo los participantes llevaban impresionantes disfraces que representaban leyendas y tradiciones. Para Esteban, esas historias eran como un sueño que anhelaba vivir en persona.

"Abuela, ¿podré ver alguna vez el Carnaval de Oruro?", preguntó Esteban una tarde mientras miraban las estrellas caer sobre la ciudad.

"Claro que sí, mi amor. Pero debes aprender sobre los bailes y las tradiciones. El carnaval es un tesoro cultural que hay que respetar y disfrutar", respondió su abuela con una sonrisa cómplice.

Con el consentido apoyo de su abuela, Esteban comenzó a investigar y a practicar los bailes tradicionales desde su hogar. Se imaginaba en medio de la multitud, moviéndose al son de los bombos y las trompetas, disfrazado de diablillo o de uno de esos magníficos morenos con sus trajes brillantes.

Un día, mientras paseaban por la plaza de El Alto, Esteban vio a un grupo de adultos practicando danzas típicas. Se acercó con curiosidad, y al ver su entusiasmo, uno de los hombres le dijo:

"¡Ven, pequeño! ¡Únete a nosotros! Necesitamos más bailarines para el carnaval de este año."

Esteban no pudo contener su emoción. Se unió a ellos y, tras varias semanas de ensayo, se dio cuenta de que no solo estaba aprendiendo a bailar, sino también sobre el trabajo en equipo y la importancia de la cultura.

Pero cuando ya se sentía listo, un giro inesperado llegó a su vida. Su abuela fue seleccionada para participar en una representación del carnaval, y de pronto se sentía abrumada por los preparativos. Un día, mientras practicaban en casa, ella se mostró preocupada:

"Esteban, tengo miedo de no poder hacerlo, nunca he bailado en un evento tan grande."

"¡Abuela! Tu eres la mejor bailarina que conozco. Yo te enseñaré lo que he aprendido. Juntos podemos hacerlo", dijo Esteban con confianza.

Así, abuelo y nieto formaron un lazo más fuerte al compartir ensayos y experimentar juntos la alegría de la danza. Esteban se convirtió en el apoyo de su abuela, y juntos lograron sobrepasar los nervios que sentían.

El día del carnaval llegó, y la ciudad de Oruro estaba llena de vida. La música resonaba, la gente aplaudía y Esteban se sintió más emocionado que nunca. Vistiendo un disfraz colorido que habían creado juntos, mira a su abuela y le dice:

"¡Mirá cuánta gente hay! No puedo creerlo."

"Sí, y estamos aquí para compartir nuestra cultura. ¡Disfruta!", respondió su abuela, iluminando su rostro con una sonrisa.

Cuando finalmente salió a la calle, el pánico y la adrenalina golpearon a Esteban, pero recordó la práctica. Comenzaron a bailar y los aplausos fueron como música para sus oídos. Esteban sonrió de oreja a oreja mientras disfrutaban de cada movimiento. La conexión entre ellos era mágica.

Al final del desfile, Esteban sintió una felicidad indescriptible. Había vivido su sueño, y además, había ayudado a su abuela a superar sus miedos. Cuando regresaron a casa, exhaustos pero llenos de alegría, la abuela le dijo:

"Gracias, Esteban. No solo bailé, sino que sentí el carnaval en el corazón."

"Y yo aprendí que juntos somos más fuertes. ¡El Carnaval de Oruro fue increíble!", exclamó el niño, sintiéndose el más afortunado del mundo.

Esa noche, mientras se preparaba para dormir, Esteban entendió que el verdadero valor del carnaval no solo estaba en los colores y la música, sino en la unión familiar, el amor y la cultura.

Y así, cada año, siguieron participando en el carnaval, creando nuevos recuerdos y celebrando sus raíces, mientras Esteban soñaba con nuevos horizontes de su juventud. El Carnaval de Oruro se convirtió en el símbolo de su unión familiar y el inicio de muchas aventuras por venir.

FIN.

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