El sueño de Geremias



En el reino de Liones, Geremias era conocido por ser un niño curioso y soñador. Vivía entre las altas murallas que rodeaban el reino, protegiéndolo de los supuestos monstruos que habitaban fuera de ellas.

A pesar de la advertencia de los libros antiguos, Geremias anhelaba con todo su corazón ver el mar, del cual había leído historias fascinantes.

Un día, mientras paseaba por las calles empedradas del pueblo, escuchó a un anciano contar cuentos sobre tierras lejanas y mares infinitos. Sus ojos brillaron con emoción al imaginar las olas rompiendo en la orilla y decidió que no podía dejar pasar más tiempo sin cumplir su sueño.

Determinado a explorar más allá de las murallas, Geremias se acercó al guardián de la puerta principal y le dijo con valentía: "-Señor guardián, sé que afuera hay peligros desconocidos, pero mi deseo más profundo es ver el mar con mis propios ojos. Por favor, permítame salir.

"El guardián lo miró con sorpresa y ternura. Sabía lo mucho que significaba para Geremias ese anhelo y cómo ardía su espíritu aventurero. Después de una larga pausa, finalmente asintió y abrió lentamente las enormes puertas.

Geremias salió cauteloso pero emocionado al mismo tiempo. El sol brillaba en lo alto y una brisa cálida soplaba desde el horizonte desconocido. Mientras caminaba hacia adelante, recordó todas las historias que había leído sobre viajes marítimos y piratas valientes.

Pronto llegó a un bosque frondoso donde se topó con un mapache travieso llamado Rufus. "-¡Hola amigo! ¿A dónde te diriges tan decidido?", preguntó Rufus con curiosidad. "-Hola Rufus", respondió Geremias sonriendo ampliamente.

"-Estoy en busca del mar; quiero contemplar sus aguas azules y sentir la arena bajo mis pies". Rufus se rió alegremente antes de decir: "-¡Vaya determinación tienes! Te guiaré a través del bosque hasta llegar a la costa.

"Así comenzaron su travesía juntos: Geremias siguiendo los consejos astutos de Rufus mientras sorteaban obstáculos como ríos caudalosos y montañas imponentes. En cada paso del camino, aprendieron a trabajar en equipo y confiar el uno en el otro.

Finalmente llegaron a un acantilado desde donde pudieron divisar el inmenso mar extendiéndose hasta donde alcanzaba la vista. Las olas chocaban contra las rocas creando una melodía tranquilizadora que llenaba sus corazones de alegría. "-¡Lo logramos!", exclamó Geremias emocionado mientras lágrimas de felicidad rodaban por sus mejillas.

Rufus lo miró con orgullo antes de decir: "-Nunca dudes del poder de tus sueños, querido amigo. Hoy has demostrado que no hay muralla ni temor que pueda detener tu determinación.

"Geremias entendió entonces que los límites solo existen en nuestra mente y que perseguir nuestros deseos nos lleva a descubrir mundos extraordinarios más allá de lo conocido.

Y así fue como aquel niño curioso se convirtió en un valiente explorador dispuesto a enfrentar cualquier desafío para alcanzar sus metas más preciadas; inspirando a todos en el reino de Liones a seguir sus propios sueños con coraje e ilusión.

FIN.

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