El Sueño de Greta



En un pequeño pueblo de Argentina, donde el viento susurraba canciones de antaño, vivía una niña llamada Greta. Con su cabello rizado y su sonrisa brillante, era conocida por todos como ‘la soñadora’ porque siempre tenía la cabeza en las nubes. A Greta le encantaba inventar historias sobre personajes fantásticos y aventuras en lugares lejanos.

Un día, mientras paseaba cerca de un lago brillante, se encontró con un anciano que parecía tener algo mágico en su mirada. El anciano era un viajero que había recorrido muchos lugares del mundo y, al ver a Greta, decidió compartirle un viajero común: las historias de su vida.

- “¿Te gustaría escuchar la historia de cómo conocí a un dragón que amaba los dulces? ” - preguntó el anciano, con una chispa de picardía.

Greta abrió los ojos como platos, - “¡Sí, por favor! ¡Cuéntame! ” - exclamó entusiasmada.

El anciano comenzó a narrar cómo había llegado a un bosque encantado donde los árboles eran tan altos que las nubes parecían jugar a sus pies. Allí, encontró a un dragón llamado Dulcineo.

- “¡Dulcineo era un dragón de colores brillantes, pero tenía un problema! ” - continuó el anciano. - “Amaba los dulces más que nada en el mundo, pero todos los demás dragones se burlaban de él porque decían que eso no era de dragones.”

Greta frunció el ceño. - “¿Y qué hizo Dulcineo? ” -

- “Decidió demostrar que no había nada de malo en amar algo, sin importar lo que los demás pensaran. Así que organizó una fiesta de dulces para todos los dragones y les mostró que los sabores podían ser tan variados como sus carácter.”

Greta quedó fascinada por la valentía de Dulcineo. - “¿Y qué pasó después? ” -

El anciano sonrió. - “Sorpresivamente, los otros dragones se unieron a la fiesta y descubrieron que les encantaban los dulces tanto como a Dulcineo. Desde aquel día, fueron amigos y celebraron juntos cada semana.”

Motivada por la historia, Greta pensó en su propio sueño: quería ser escritora y contar historias al mundo, pero siempre tuvo miedo de compartirlas porque temía que no a todos les gustarían.

Ese día, decidió que no dejaría que el miedo la detuviese. Volvió a casa y escribió su primera historia sobre un personaje que viajaba a un mundo donde los sueños y la realidad se entrelazaban.

Con cada palabra, Greta se sentía más valiente, hasta que terminó su cuento y, llena de emoción, salió corriendo a buscar al anciano.

Cuando lo encontró, le dijo: - “¡He escrito una historia! ¿Qué piensas? ”

El anciano la miró con ternura. - “Estoy seguro que será increíble, Greta. Nunca olvides que cada historia tiene su valor, y que es importante compartirla con el mundo. ¡Tus palabras pueden volar tan lejos como tú desees! ”

Convalidada por el aliento del anciano, Greta decidió leer su cuento en el próximo festival del pueblo. Nerviosa, llegó al escenario, pero recordando a Dulcineo, respiró hondo y comenzó a leer.

La gente la escuchaba en silencio, cada palabra era seguida con atención. Al terminar, el aplauso resonó en el aire, y Greta sintió que su corazón danzaba.

- “¡Es maravilloso, Greta! ¡Eres una gran narradora! ” - le gritó su amiga Clara entre los aplausos.

Desde ese día, Greta no solo se convirtió en escritora, sino también en una amiga especial para todos en el pueblo, siempre contando historias que invitaban a soñar, a ser valientes y a no tener miedo de ser diferentes.

Y así, el pueblo aprendió que cada uno, al igual que Dulcineo, tiene una historia que contar, y que el amor por lo que hacemos nunca debe avergonzarnos.

Gran parte de su vida, Greta siguió escribiendo y compartiendo, inspirando a otros a hacer lo mismo.

Y siempre recordando, del anciano viajero: _"Las historias son como los sueños, pueden llevarnos a cualquier lugar."_

Y así, con una sonrisa en el rostro, Greta siguió soñando para que otros también pudieran hacerlo.

FIN.

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