El Sueño de Hiroshi
Había una vez un valiente misionero llamado Max que vivía en Japón, específicamente en la ciudad de Nagasaki. Max siempre había soñado con ayudar a las personas y hacer del mundo un lugar mejor.
Un día, mientras caminaba por las calles de Nagasaki, Max vio a un grupo de niños jugando cerca del río. Se acercó a ellos y les preguntó si querían jugar al fútbol.
Los ojos de los niños se iluminaron de emoción y aceptaron encantados. Max formó dos equipos y comenzaron a jugar. Los niños se divertían mucho corriendo detrás del balón y gritando de alegría cada vez que lograban anotar un gol.
Durante el juego, Max notó que uno de los chicos no podía correr tan rápido como los demás. Se llamaba Hiroshi. -¡Vamos, Hiroshi! ¡Tú puedes hacerlo! -animó Max al ver su esfuerzo. Pero Hiroshi parecía desanimado y decidió sentarse en el pasto sin participar más en el juego.
Max se acercó a él para saber qué le pasaba. -Hiroshi, ¿qué te ocurre? -preguntó preocupado. Hiroshi levantó la cabeza tímidamente y respondió: -Soy muy lento para correr, nunca podré ser bueno en el fútbol como los demás niños.
Max sonrió amablemente y le dijo:-Hiroshi, lo importante no es ser el más rápido o el mejor jugador; lo importante es disfrutar del juego y dar siempre lo mejor de nosotros mismos.
Si te diviertes jugando al fútbol, eso es lo que realmente importa. Hiroshi miró a Max con asombro y decidió levantarse para volver al juego. A partir de ese momento, Hiroshi se esforzó al máximo en cada jugada y disfrutaba cada vez más del fútbol.
Max también le enseñó algunas técnicas para mejorar su velocidad y habilidad en el campo. Con el tiempo, Hiroshi se convirtió en uno de los mejores jugadores del equipo.
Su determinación y pasión por el fútbol lo llevaron a ganar muchos partidos junto a sus amigos. Max estaba muy orgulloso de él y sabía que había logrado algo importante: inspirar a un niño a creer en sí mismo.
Un día, mientras caminaban juntos por las calles de Nagasaki después de una victoria, Hiroshi le dijo emocionado:-Max, gracias por ayudarme a descubrir mi talento en el fútbol. Nunca olvidaré todo lo que has hecho por mí.
Max sonrió con cariño y respondió:-Hiroshi, tú eres quien ha trabajado duro para convertirte en un gran jugador. Siempre recuerda que puedes lograr cualquier cosa si te esfuerzas y nunca te rindes. Desde aquel día, Hiroshi siguió practicando y mejorando sus habilidades futbolísticas.
Incluso llegó a representar a Japón en torneos internacionales. Max siempre estuvo allí para apoyarlo como su amigo incondicional. La historia de Max y Hiroshi nos enseña la importancia de creer en nosotros mismos e inspirarnos mutuamente para alcanzar nuestras metas.
Todos tenemos talentos únicos que podemos desarrollar si nos esforzamos y nunca dejamos de creer en nosotros mismos.
FIN.