El Sueño de Isabella Victoria
Había una vez en un colorido pueblo de Venezuela, una niña llamada Isabella Victoria. Desde muy pequeña, Isabella descubrió su pasión por el baile.
Cada vez que escuchaba música, su cuerpo se movía al ritmo de la melodía como si tuviera vida propia. Isabella asistía a clases de danza todas las semanas y practicaba en casa sin parar. Bailaba salsa, merengue, joropo y cualquier otro ritmo que le pusieran.
Su sueño era convertirse en una bailarina profesional y compartir su talento con el mundo entero. Un día, mientras Isabella ensayaba en el patio de su casa, escuchó unos pasos acercándose.
Era su vecino Don Carlos, un anciano sabio y amable que siempre tenía historias interesantes para contar. "¡Hola, Isabella! Veo que estás bailando con mucha pasión", dijo Don Carlos con una sonrisa. "Sí, Don Carlos. El baile es mi vida, quiero ser la mejor bailarina del mundo", respondió Isabella emocionada.
Don Carlos se sentó junto a ella y comenzó a contarle la historia de La Diosa del Baile, una leyenda antigua sobre una bailarina mágica que vivió en las montañas de Venezuela y enseñó a todos los habitantes del pueblo a expresarse a través del arte del movimiento.
"Dicen que La Diosa del Baile concedía un deseo especial a aquellos que demostraban verdadera pasión por el baile", contó Don Carlos mientras miraba fijamente a los ojos brillantes de Isabella.
Desde ese día, Isabella no pudo sacarse de la cabeza la historia de La Diosa del Baile. Pensaba en cómo sería conocerla y recibir un deseo mágico que pudiera hacer realidad su sueño de convertirse en una gran bailarina.
Una tarde, mientras caminaba por el bosque cercano al pueblo, encontró una cueva oculta detrás de unas rocas gigantes. Sin dudarlo un segundo, decidió entrar para explorar. A medida que avanzaba por la oscuridad de la cueva, escuchó un murmullo suave y melodioso que parecía llamarla.
Al llegar al final de la cueva, se encontró frente a frente con una figura luminosa envuelta en destellos dorados: era La Diosa del Baile.
Sus ojos brillaban como estrellas y sus movimientos eran tan elegantes como el vuelo de un colibrí. "Bienvenida, pequeña bailarina. Veo tu corazón lleno de pasión por el baile", dijo La Diosa con voz cálida. Isabella no podía creer lo que veían sus ojos.
Estaba frente a la fuente misma de inspiración para todos los amantes del baile en Venezuela. "He venido aquí buscando tu ayuda para cumplir mi sueño", dijo Isabella con humildad y emoción. La Diosa sonrió y extendió su mano hacia ella.
En ese momento, envolvió a Isabella con una luz brillante y le otorgó un regalo especial: zapatos mágicos que le permitirían bailar con gracia infinita y cautivar al público con cada paso que diera sobre el escenario.
Con sus nuevos zapatos mágicos puestos, Isabella regresó al pueblo llena de alegría y determinación. Participó en competencias locales donde deslumbró al público con su talento único e inigualable. Pronto se hizo famosa en todo el país como "La Reina del Ritmo".
Isabella Victoria cumplió su sueño gracias al poder transformador del baile y al apoyo incondicional de La Diosa del Baile. Y aunque alcanzara la fama mundial como bailarina profesional; nunca olvidaría sus raíces venezolanas ni dejaría nunca morir esa chispa artística e inspiradora dentro suyo.
FIN.