El sueño de Janiel



En la comunidad de Laguna Prieta, los días eran soleados y el aire fresco venía cargado de risas. Los niños del barrio se reunían en la plaza, donde un gran árbol de eucalipto ofrecía sombra y un lugar perfecto para jugar. Entre ellos estaba Janiel, un chico de diez años que soñaba con ser un gran pelotero. Todos los días, después de terminar su tarea escolar, Janiel se apresuraba a la plaza para jugar a la pelota con sus amigos, Lucas, Sofía y Mateo.

"¡Dale, Janiel, poné la mano!" - gritó Lucas, mientras lanzaba la pelota hacia él.

Janiel atrapó la pelota con destreza y le devolvió el tiro con un gran bate.

"¡Eso fue impresionante!" - exclamó Sofía, aplaudiendo emocionada.

La pasión de Janiel por el béisbol era contagiosa, pero había algo que lo preocupaba. En su casa, su madre le decía que era importante estudiar, que el deporte no siempre daba frutos seguros. Un día, mientras almorzaban, ella le dijo:

"Janiel, el béisbol es lindo, pero tené en cuenta que un buen trabajo te dará seguridad en el futuro."

Janiel bajó la mirada, sabía que su mamá tenía razón, pero su deseo de jugar en un equipo profesional lo llenaba de emoción. Entonces, un día, mientras jugaban, escucharon la noticia de que vendría un cazatalentos a ver a los jóvenes peloteros de la comunidad.

"¡Es nuestra oportunidad!" - gritó Mateo, saltando de alegría. "Tenemos que dar lo mejor de nosotros."

Los días pasaron volando, y cada tarde, después de la escuela, Janiel y sus amigos practicaban. Se turnaban para lanzar la pelota, mejorar su bateo y, sobre todo, apoyarse mutuamente. Pero el día del evento, la ansiedad de Janiel fue en aumento. Se preguntaba si realmente sería lo suficientemente bueno.

"¡Cagué!" - se lamentó Janiel, sentado en el borde del campo un par de horas antes. "¿Qué pasa si no lo logro?"

Sofía se acercó y lo miró a los ojos:

"Janiel, siempre dijiste que tu sueño era jugar a lo grande. Si no lo intentás, nunca lo vas a saber. Recordá que lo más importante es disfrutar el juego. ¡Vamos, es nuestra oportunidad!"

Con esas palabras, Janiel se llenó de ánimo. Cuando llegó el momento, las gradas estaban llenas de familias y amigos que aplaudían emocionados. El cazatalentos los observaba con atención. Janiel sintió como si su corazón fuera un tambor. En el primer lanzamiento, él bateó con todas sus fuerzas y la pelota voló hacia el cielo.

"¡Sí!" - gritó Lucas, mientras todos aplaudían.

El juego continuó, y Janiel dio lo mejor de sí. Después del partido, el cazatalentos se acercó al grupo.

"Ustedes tienen un gran potencial. Quiero ver más de ustedes en el futuro. ¡Los invitaré a una prueba oficial!"

Los amigos se abrazaron emocionados, sin poder creer lo que había sucedido. Después de la euforia, Janiel se encontró solo un momento, pensando nuevamente en su madre y en lo que le había dicho.

Al regresar a casa, encontró a su madre en la cocina, preparando la cena.

"¿Cómo te fue, hijo?" - le preguntó ella.

"Mamá, tuve la mejor oportunidad de mi vida. Pero también me di cuenta de que tengo que seguir estudiando. Quiero ser pelotero, pero no quiero dejar de lado el colegio."

La madre sonrió, satisfechamente, y le dijo:

"Esa es la mejor decisión, Janiel. Así vas a poder lograr tus sueños de la mejor manera."

Janiel sintió que había dado un gran paso no solo como futuro pelotero, sino también como estudiante. La vida en Laguna Prieta continuaba, entre deportes y estudios, pero con el sueño de un niño que sabía que, junto a sus amigos, podía alcanzar las estrellas mientras jugaba a la pelota.

FIN.

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