El Sueño de Javier
Había una vez un niño llamado Javier que vivía en un pequeño pueblo cerca de la cordillera de los Andes en Chile. Desde que tenía memoria, adoraba el fútbol. Con apenas 8 años, su mayor sueño era convertirse en un gran futbolista como sus ídolos, Alexis Sánchez y Arturo Vidal.
Cada tarde, después de la escuela, Javier corría hacia el parque del barrio, donde los chicos del vecindario se reunían para jugar a la pelota. Con su camiseta de la selección chilena y un balón algo desgastado, se unía a los partidos improvisados que surgían por doquier.
"¡Javier, ven a jugar!" - gritó Felipe, uno de sus amigos.
"En un minuto, ya estoy!" - respondió Javier, haciendo malabares con el balón en los pies.
Una tarde, mientras su equipo luchaba por marcar un gol, Javier vio a un hombre mayor sentado en una banca, observando atentamente el partido. Era don Ramón, un exfutbolista que había jugado en el fútbol profesional años atrás. Después de que el partido terminó, Javier decidió acercarse a él.
"Hola, señor. ¿Te gustó el partido?" - preguntó Javier con una sonrisa.
"Claro, muchacho. Tienes mucho talento. Pero también, ¿sabes qué es más importante? La dedicación y el trabajo duro" - respondió don Ramón, mirando a Javier a los ojos.
"¿De verdad?" - preguntó Javier, emocionado.
"Sí, si quieres llegar lejos, debes entrenar todos los días. ¿Te gustaría que te diera algunos consejos?" - ofreció don Ramón.
Desde ese día, Javier se convirtió en el aprendiz de don Ramón. Cada sábado, se encontraban en el parque para entrenar. Don Ramón le enseñó técnicas de dribbling, pases precisos y cómo posicionarse en la cancha. También le hablaba sobre la importancia de la disciplina y la práctica constante.
"Javier, un buen futbolista no solo juega bien, también es un buen compañero. ¡Recuerda siempre alentar a tus amigos!" - le decía don Ramón.
Un día, mientras entrenaban, Javier escuchó sobre un torneo local que se celebraría el próximo mes. Decidido a participar, se anotó en el equipo de su escuela, ¡los Leones de la Cordillera!"Don Ramón, tengo que prepararme!" - exclamó Javier.
"¡Esa es la actitud! Pero recuerda, los entrenamientos son solo una parte. Debes cuidar tu salud y descansar bien también" - le aconsejó don Ramón.
Los días pasaron volando, y llegó el día del torneo. Javier estaba nervioso, pero también emocionado. Con su camiseta bien puesta y sus goles ensayados, el equipo de Javier jugó su primer partido. El rival era fuerte, pero con la ayuda de don Ramón y el apoyo de sus amigos, lograron ganar con un gol de Javier.
"¡Gol! ¡Lo hice!" - gritó Javier, lleno de alegría.
Sin embargo, en la final, las cosas no salieron como esperaban. Su equipo estaba perdiendo 2-0 y el tiempo se estaba acabando. Javier sintió que su sueño se desvanecía.
"No te rindas, Javier. Recuerda todo lo que has aprendido" - le gritó don Ramón desde la línea de banda.
Motivado por las palabras de su mentor, Javier se dio cuenta de que podía hacer algo especial. Con determinación, corrió hacia el balón, dribló a dos oponentes y, al ver que tenía una oportunidad, disparó con todas sus fuerzas. ¡GOOOOL! La multitud estalló en vítores.
"¡Bien hecho, Javier!" - gritaron sus compañeros.
Aunque al final no ganaron el torneo, Javier se sentía como un campeón. Había aprendido que lo importante no era sólo ganar, sino disfrutar del juego y trabajar en equipo.
Después del torneo, don Ramón se acercó a Javier.
"Estoy muy orgulloso de ti. Has demostrado que un buen futbolista es también un buen amigo y compañero. ¡Sigue entrenando!" - dijo el viejo futbolista con una sonrisa.
Y así, con el apoyo de don Ramón, Javier siguió entrenando, siempre recordando sus enseñanzas. Su sueño de ser un gran futbolista chileno seguía vivo, y estaba decidido a trabajar para lograrlo. Con esfuerzo, dedicación y muchas horas de práctica, Javier aprendió que el camino a sus sueños estaba lleno de obstáculos, pero también de alegrías y aprendizajes.
A veces, cuando volvía a casa tras un día de entrenamiento, miraba al cielo, cerraba los ojos y sonreía al imaginarse jugando en un estadio lleno, llevando la camiseta de la selección chilena y marcando el gol que lo llevaría a cumplir su sueño.
Porque para Javier, el fútbol no era solo un juego, era su pasión, su vida y su mayor sueño. Y a partir de ese día, jamás dejó de luchar por él.
FIN.