El Sueño de Jhostin
Jhostin era un chico de 13 años que vivía en Guachené, Cauca. Desde muy pequeño, sus amigos lo conocían como "el Pibe del Fútbol", porque pasaba horas y horas pateando una pelota en la calle. Jhostin tenía un sueño: debutar en Atlético Nacional, uno de los equipos más grandes de Colombia, y así ayudar a su familia a tener una vida mejor.
Una tarde, mientras practicaba en un parque cercano, Jhostin fue observado por un viejo exfutbolista que solía pasear por la zona.
"¡Epa, pibe! Vos tenés talento, ¿sabes?" - le dijo el hombre, que vestía una camiseta del club.
Jhostin se quedó sorprendido.
"¿De verdad? ¿Crees que podría jugar en Nacional?" - preguntó, con las esperanzas encendidas.
"Con dedicación y esfuerzo, todo es posible. Tengo contactos en el club y podría ayudarte. Pero deberás entrenar duro todos los días" - respondió el exjugador, sonriendo.
Desde ese día, Jhostin se comprometió a entrenar con más ganas que nunca. Se levantaba temprano todas las mañanas para hacer ejercicios, corría bajo el sol, y practicaba sus tiros al arco. Su madre, doña Rosa, siempre lo alentaba.
"Hijo, sé que vas a lograrlo, pero no te olvides de tus estudios" - le decía mientras preparaba el desayuno.
"Lo sé, mamá. Prometo que no descuidaré la escuela" - aseguraba Jhostin, mientras se ataba las agujetas.
Con el tiempo, el viejo futbolista lo llevó a una prueba en Atlético Nacional. Jhostin estaba muy nervioso, pero también emocionado. Cuando llegó al estadio, sintió que se le paraba el corazón al ver a tantos jugadores, todos aspirando a lo mismo.
Durante la prueba, Jhostin dio todo de sí. Corrió, dribló y hizo goles. Cuando terminó la jornada, el entrenador se acercó a él.
"Eres bueno, pero tienes que mejorar en tu disciplina. Debes ser constante, tanto en el fútbol como en tus estudios" - le dijo el entrenador.
Regresó a casa cansado, pero satisfecho.
"Mamá, creo que les gusté. El entrenador me dijo que tengo talento" - contó emocionado.
"¡Eso es increíble, Jhostin! Pero también es importante que sigas estudiando. Tu futuro no solo es el fútbol" - le recordó su madre.
Los días pasaron y Jhostin siguió entrenando y estudiando. Sin embargo, recibió una mala noticia: el exjugador que lo había descubierto no podía asistir a las próximas pruebas debido a problemas personales.
"¿Ahora qué voy a hacer? He estado esperando este momento" - se lamentó Jhostin a su amigo Carlos, mientras pateaban la pelota.
"No desesperes. ¿Qué tal si hacemos una convocatoria frente al parque el sábado? Invitemos a algunos entrenadores de la liga local" - sugirió Carlos.
Así lo hicieron. El sábado, con carteles y mucha energía, convocaron a entrenadores y personas del pueblo. Jhostin jugó como nunca, y entre sus jugadas, el mismo entrenador de un club local lo observó.
"Tienes talento, pibe. Ven a entrenar con nosotros. Estoy seguro de que podrías llegar lejos" - le dijo el entrenador.
Emocionado, Jhostin aceptó la propuesta. Entrenó duro y fue escalando posiciones en el club local. En menos de un año, se destacó tanto que fue llamado a la selección juvenil del departamento.
"Mamá, ¡estoy más cerca de cumplir mi sueño!" - gritó una vez que llegó a casa.
"¡Qué alegría, hijo! Pero nunca olvides las lecciones que has aprendido. Tu esfuerzo no solo es recompensado en el fútbol, sino también en la vida" - le respondió doña Rosa con orgullo.
Años después, mientras Jhostin jugaba en el estadio de Atlético Nacional frente a miles de fans, miraba hacia arriba y le dedicó un gol a su madre. Había logrado su sueño y, más importante aún, sabía que había recorrido un camino lleno de sacrificios y enseñanzas.
La historia de Jhostin nos enseña que los sueños son posibles si se combina el esfuerzo, la dedicación y la importancia de no olvidar las responsabilidades. El fútbol, como la vida, es un juego donde uno puede ganar sin dejar de aprender con cada paso que da.
FIN.