El sueño de Juan



Juan vivía en un pueblo pequeño, donde ir a la escuela significaba caminar entre árboles y respirar aire puro. Desde muy chico, Juan soñaba con ser futbolista. Cada tarde, después de la escuela, corría al potrero con sus amigos para jugar al fútbol.

Desde muy joven, Juan escuchó muchas veces que eso de ser futbolista era solo para los que vivían en la ciudad, para los que tenían dinero para entrenar y para los que tenían suerte. Pero siempre hubo una voz que se alzaba sobre todas las demás, una voz suave y firme, la voz de su maestra Margarita.

Margarita siempre le decía a Juan: “No dejes que nadie te diga que no puedes lograrlo, Juan. Tú tienes talento, pasión y determinación. Eso es lo que realmente importa.” Estas palabras se grabaron en el corazón de Juan.

A pesar de las dudas y los obstáculos, Juan siguió adelante. Entrenaba con todas sus fuerzas, mejoraba cada día y, sobre todo, nunca perdió la esperanza. Cuando terminó la escuela, dejó su pueblo para ir a la ciudad en busca de su sueño. Fue difícil al principio, pero la voz de su maestra resonaba en su mente y le daba fuerzas para seguir.

Pasaron los años. Juan luchó, sudó y nunca se rindió. Y finalmente, llegó el día que tanto había esperado: un equipo de fútbol importante lo seleccionó para jugar en primera división. Era un sueño hecho realidad.

Esa misma tarde, en el estadio repleto de gente, en medio del bullicio y la emoción, Juan vio a lo lejos a una mujer con una sonrisa radiante. Era su maestra Margarita, quien lo había apoyado y animado desde el primer día. Corrió hacia ella y la abrazó con fuerza. “Gracias, maestra. Sin usted, nada de esto sería posible”, le dijo entre lágrimas de felicidad. Y Margarita, con ojos brillantes, le respondió: “Siempre supe que lo lograrías, Juan. Nunca dejes de creer en ti mismo.”

FIN.

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