El sueño de Juan y Felicitas
Había una vez en un barrio tranquilo, un niño llamado Juan Francisco. Juan era un niño morocho de 8 años, con el pelo corto y unos ojos brillantes que transmitían su inagotable energía. Vivía con su hermana menor, Felicitas, una niña morocha de 3 años, tan inquieta como él. Juan adoraba jugar al hockey en la calle con sus amigos, mientras que Felicitas no paraba de moverse y soñaba con asistir a clases de gimnasia artística.
Una tarde, luego de una intensa sesión de hockey, Juan regresó a casa con su uniforme lleno de tierra y sudor. Felicitas lo esperaba dando vueltas por la casa, impaciente por contarle algo. "¡Juan, Juan, quiero hacer gimnasia como las chicas del televisor!", exclamó Felicitas con brillo en los ojos. Juan, después de un largo suspiro, le respondió cariñosamente: "¡Yo también quiero que hagas gimnasia, hermanita! Pero primero, tengo una idea. ¿Qué te parece si juntos buscamos una forma de hacer realidad nuestros sueños?"
Juan y Felicitas se sentaron en el suelo de la habitación y comenzaron a imaginar. Idearon un plan para convencer a sus padres de que los inscribieran en las actividades que tanto anhelaban. Decidieron que juntos, serían imparables.
Al día siguiente, durante el desayuno, Juan y Felicitas expusieron con entusiasmo su propuesta. A pesar de las dudas iniciales de sus padres, estos vieron la determinación y el brillo en los ojos de sus hijos, y accedieron a inscribir a Juan en un equipo de hockey y a Felicitas en clases de gimnasia artística.
Con el correr de los días, Juan y Felicitas demostraron un compromiso inquebrantable. Juan practicaba con pasión y dedicación, mientras que Felicitas, llena de entusiasmo, se esforzaba en cada movimiento aprendido en la clase de gimnasia.
Un día, durante una conversación en la mesa, sus padres les dijeron: "Estamos muy orgullosos de ver lo lejos que han llegado. Demostraron que con esfuerzo y perseverancia, los sueños se hacen realidad". Juan y Felicitas se miraron con una sonrisa de complicidad, sabiendo que juntos, todo era posible.
Y así, ambos encontraron en el camino de hacer realidad sus sueños, no solo una pasión por el deporte, sino la convicción de que, unidos, podían superar cualquier desafío. Con el tiempo, Juan y Felicitas se convirtieron en un ejemplo para su barrio, inspirando a otros niños a perseguir sus metas y a nunca rendirse, recordándoles que los sueños pueden convertirse en realidad si se persiguen con determinación y amor.
FIN.