El sueño de Julio



En un barrio tranquilo de Buenos Aires vivía Julio, un niño de ocho años con grandes sueños.

Desde pequeño, le apasionaba ayudar a los demás y siempre decía que cuando fuera grande quería ser médico para curar a las personas y a los animalitos. Un día soleado, después de merendar una rica manzana y un plátano en su casa, Julio salió al parque con su patinete y sus videojuegos.

Mientras jugaba con su pelota cerca del lago del parque, escuchó un maullido lastimero que provenía de unos arbustos cercanos. Julio se acercó con cuidado y descubrió a un pequeño gatito gris herido por una moto.

El corazón del niño se llenó de tristeza al ver al minino indefenso en el suelo. Sin dudarlo, lo tomó en brazos con delicadeza y corrió hacia su casa para ayudarlo. Al llegar a casa, Julio preparó una bañera con agua tibia y jabón especial para mascotas.

Con mucho cuidado, limpió las heridas del gatito mientras le hablaba con ternura para calmarlo. El gatito parecía entender que Julio quería ayudarlo y ronroneaba suavemente.

Después del baño reconfortante, Julio sacó un viejo juguete de su armario: un colorido yoyó que solía jugar cuando era más chico. Para sorpresa de Julio, el gatito empezó a jugar con entusiasmo persiguiendo la cuerda del yoyó como si fuera un ratoncito travieso.

"¡Mira qué bien juegas! ¡Eres muy ágil!", exclamaba Julio emocionado mientras el gatito saltaba felizmente tras el juguete. Desde ese día, el gatito se convirtió en parte de la familia de Julio. Lo llamaron —"Pelusa"  por lo suave que era su pelaje grisáceo.

El niño cuidaba amorosamente a Pelusa como si fuera su paciente más especial, curando sus heridas cada día hasta que estuvo completamente recuperado.

La historia de cómo salvó a Pelusa se corrió por todo el barrio, convirtiéndose en ejemplo de bondad y valentía para todos los vecinos. Incluso la veterinaria local felicitó a Julio por su dedicación y amor hacia los animales.

Con el tiempo, aquel incidente marcó la vida de Julio quien siguió adelante con determinación en su sueño de ser médico para sanar no solo a las personas sino también a los animalitos necesitados.

Y así fue como aquel niño soñador aprendió desde pequeño la importancia de cuidar a quienes más lo necesitan, dejando una huella imborrable en cada vida que tocaba con sus acciones generosas y solidarias.

FIN.

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