El sueño de la casa de muñecas



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza, tres amigos muy especiales: Martina, Juan y Diego. Ellos soñaban con tener su propia casa donde pudieran jugar todo el día sin que nadie les dijera nada.

Un día, paseando por la calle principal del pueblo, vieron un cartel que decía: "Se vende casa de muñecas". Los ojos de los tres amigos se iluminaron al instante.

¡Era justo lo que estaban buscando! Se acercaron al dueño de la tienda y le preguntaron cuánto costaba la casa. "¿Cuánto cuesta esta hermosa casa de muñecas?", preguntó Martina con entusiasmo. El dueño de la tienda miró a los niños y les dijo: "Lo siento, chicos.

Esta casa es muy especial y tiene un precio muy alto. Además, necesitan tener sus documentos de identidad para poder comprarla". Los amigos se miraron entre sí con tristeza. Ellos no tenían ni dinero ni documentos de identidad.

Pero Martina, siempre optimista y creativa, tuvo una idea brillante. "¡Amigos! No necesitamos dinero ni documentos para conseguir nuestra casa de muñecas. Solo necesitamos trabajar juntos y ser ingeniosos", exclamó Martina emocionada. Los tres amigos pusieron manos a la obra.

Decidieron hacer diferentes trabajos en el pueblo para ganar algo de dinero.

Juan ayudaba a regar las plantas del vecindario, Diego cuidaba a las mascotas de los vecinos mientras estaban fuera y Martina vendía limonada en la plaza del pueblo. Después de varios días trabajando duro juntos, finalmente lograron reunir el dinero suficiente para comprar la tan ansiada casa de muñecas. Corrieron hacia la tienda con alegría y emoción en sus corazones.

El dueño les sonrió al ver llegar a los tres amigos con una bolsa llena de monedas y billetes. "¡Felicidades chicos! Veo que han trabajado duro para conseguir lo que querían", dijo el dueño mientras les entregaba las llaves de la casa de muñecas.

Los niños no podían contener su felicidad. Entraron corriendo a su nueva casita y empezaron a jugar sin parar. La imaginación fluía libremente dentro de aquel pequeño hogar hecho especialmente para ellos.

Desde ese día, Martina, Juan y Diego aprendieron que con esfuerzo, trabajo en equipo y creatividad podían lograr cualquier cosa que se propusieran en la vida. Y así, vivieron felices por siempre en su pequeña pero acogedora casa de muñecas en Villa Esperanza.

FIN.

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