El Sueño de la Feria



Había una vez en un pequeño barrio de Buenos Aires, un joven llamado Lucas, más conocido como —"Emprendedor"  por sus amigos. Lucas siempre soñó con tener su propio negocio y ayudar a los demás. Un día, mientras paseaba por el parque con su mejor amiga, Sofía, vio un anuncio sobre la Gran Feria de Emprendedores que se llevaría a cabo en dos semanas.

"¡Sofía! ¡Mirá!" - gritó Lucas, señalando el cartel. "¡Quiero participar!"

Sofía, emocionada, le dijo: "¡Es una gran idea! Pero, ¿qué vas a vender?"

Lucas pensó y pensó, y finalmente decidió que quería hacer limonada. Pero no una limonada común, sino una limonada mágica. "Voy a hacer una limonada de distintos sabores y voy a agregarle un toque de alegría" - dijo Lucas con toda su determinación.

Juntos, comenzaron a preparar su plan. Hicieron una lista de los sabores que querían probar: frutilla, menta, y hasta maracuyá. "Podríamos hacer etiquetas divertidas para cada sabor" - sugirió Sofía.

Durante la semana, Lucas y Sofía se dedicaron a experimentar en la cocina de su casa.

"¿Creés que la limonada de maracuyá gustará?" - preguntó Lucas con un poco de duda.

"¡Claro! Además, deberíamos poner un sticker de una sonrisa en la botella para que la gente se sienta bien cuando la pruebe" - respondió Sofía, sonriente.

Finalmente, llegó el día de la Gran Feria. Estaban nerviosos, pero llenos de ilusión. Cuando llegaron, el lugar estaba repleto de gente. Los emprendedores estaban vendiendo juguetes, artesanías y hasta golosinas.

"Mirá cuánta gente!" - exclamó Lucas, mirando alrededor. "Ahora o nunca, Sofía!"

Se acomodaron en su pequeño puesto, decorado con globos de colores y carteles alegres que decían "¡Prueba la limonada mágica de Emprendedor!".

Pero la feria no fue fácil. La primera hora fue dura, habían pocas ventas y Lucas comenzó a desanimarse. "Tal vez no les guste nuestra limonada..." - dijo mirando a Sofía.

"No te preocupes, Lucas. Vamos a invitar a la gente a probarla. Tal vez sólo necesitan un pequeño empujón" - sugirió ella.

Entonces, comenzaron a ofrecer pequeñas degustaciones de limonada a todos los que pasaban. Algunos se acercaron, intrigados por la alegría que emanaba su diseño y el nombre de su puesto. Después de probarla, muchos sonreían.

"¡Qué rica!" - exclamó una señora. "¡Tengo que llevarme una botella!"

Poco a poco, la gente se acercaba más y más.

"Lucas, ¡mira! La gente está empezando a venir!" - dijo Sofía emocionada.

Con cada venta, Lucas y Sofía se sentían más felices y seguros de sí mismos. Pero cuando pensaban que todo iba bien, ocurrió algo inesperado. De pronto, un viento fuerte sopló y una de las mesas del puesto vecino se cayó, derramando sus productos.

"Oh no, pobrecitos!" - lamentó Lucas. "¿Qué hacemos, Sofía?"

Sin pensarlo, Sofía respondió: "¡Ayudémosles!"

Los dos corrieron hacia el emprendedor caído. "¿En qué podemos ayudar?" - preguntó Lucas al hombre asustado.

"No sé si podré volver a poner todo en orden..." - dijo el emprendedor, con voz triste.

"¡Claro que sí! ¡Vamos!" - exclamó Sofía.

Juntos, Lucas y Sofía ayudaron a levantar los productos, acomodaron las mesas y hasta ofrecieron algo de su limonada para que el hombre se sintiera mejor.

"Gracias, chicos. Ustedes son verdaderos emprendedores" - dijo el hombre agradecido.

Por la tarde, al final de la feria, la noticia se había corrido. La limonada mágica de Emprendedor y Sofía se volvió popular y ambos se sintieron felices no solo por sus ventas, sino también por haber ayudado a otros.

"Lucas, ¡lo logramos!" - gritó Sofía abrazándolo.

Lucas sonrió y dijo: "¿Sabes qué? No solo es importante vender, sino también apoyar a nuestros amigos".

Esa noche, mientras miraban las estrellas, Lucas y Sofía se dieron cuenta de que la verdadera magia estaba en hacer lo que amaban y estar ahí para los demás, porque la verdadera aventura del emprendimiento es el viaje que realizamos juntos.

FIN.

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