El Sueño de la Libertad
En un lugar llamado Argentina, la gente soñaba con ser libre. Todos los días, los niños jugaban a la pelota en la plaza mientras sus padres conversaban sobre un futuro sin el rey Fernando, que siempre imponía sus reglas. Un día, una carta llegó volando con la brisa.
"Queridos amigos", comenzaba la carta, "los invitamos a una reunión en la casa de doña Francisca para firmar el acta que nos hará libres. Sin el rey, sin más cadenas. ¡Vengan, porque juntos podemos lograrlo!"
Los habitantes se miraron entre sí con esperanza. "¿Es posible?" -preguntó Miguel, un muchacho entusiasta. "¡Claro que sí!" -respondió Clara, una niña de ojos brillantes. "Si todos estamos de acuerdo, nada podrá detenernos."
Así fue como decidieron viajar a la hermosa casa de doña Francisca, ubicada en lo alto de una colina. Al llegar, se encontraron con personas de todos lados: unos traían pancartas, otros, música festiva, y muchos llevaban bocadillos deliciosos. Era un aire de convivencia, de unidad.
"Bienvenidos, mis amigos!" -gritó doña Francisca al abrir las puertas de su casa. "¡Entren, entren! Hoy es un día histórico."
Todos se sentaron en el gran salón decorado con flores y pinturas coloridas. Doña Francisca les relató la historia de su propia lucha por liberta, mientras los niños escuchaban con atención. "Una vez me dijeron que mis sueños jamás se harían realidad, pero luché con todas mis fuerzas. Y aquí estamos hoy, listos para dar un gran paso juntos."
Con una gran emoción, cada uno compartía sus esperanzas. "Yo quiero que mis hijos corran libres por las calles sin miedo" -dijo un agricultor. "Y yo quiero ser dueña de mis decisiones" -agregó una joven artista.
Finalmente, llegó el momento de firmar el acta. "¿Quién será el primero?" -preguntó doña Francisca. Miguel, decidido, se levantó y se acercó a la mesa. "Yo firmo porque creo en un futuro sin reyes."
Uno a uno, fueron firmando. Sin embargo, cuando era el turno de Clara, se puso a pensar. "Espera, ¿y si el rey se entera de esto? Puede venir a detenernos."
Justo en ese momento, una tremenda tormenta comenzó a formarse afuera. El viento soplaba con fuerza, y relámpagos llenaban el cielo. La angustia se adueñó de la sala. "Calma, amigos. La tormenta solo está aquí para probar nuestra valentía" -dijo doña Francisca con serenidad. "Si lo que buscamos es la libertad, debemos enfrentar todos los desafíos."
Con esos alentadores palabras, los niños comenzaron a cantar y a bailar, haciendo que la atmósfera se llenara de alegría nuevamente. Clara, inspirada por el coraje de sus amigos, decidió firmar el acta. "¡Yo también firmo! ¡Por un futuro brillante!"
La sala estalló en aplausos. Pero de repente, se escuchó un estruendo en la puerta. "¡Detengan esto!" -gritó una voz firme. Era el rey Fernando, quien había llegado con su guardia.
Pero no se dejaron intimidar. Miguel dio un paso adelante. "¡Ya no tememos, rey Fernando!" -dijo con valentía. "Hoy hemos decidido ser libres, y nada podrá detenernos!"
El rey, sorprendido, observó la unidad de las personas en la sala. Vio el brillo en los ojos de los niños y sintió la fuerza de su deseo por libertad. Fue entonces que comprendió que la verdadera autoridad reside en el corazón del pueblo.
"Está bien" -dijo finalmente el rey, con voz baja. "Si es lo que quieren, entonces que así sea. Pero recuerden, con la libertad también viene la responsabilidad."
Así, con el acta firmada y la tormenta ya calmada, el pueblo celebró su libertad. Desde ese día, Argentina comenzó a vivir una nueva era, una era de unidad, alegría y esperanza, donde cada persona, sin importar su origen, podía soñar y construir su propio futuro.
Y así, los habitantes de aquel lugar aprendieron que la libertad se conquista juntos, con coraje y amor.
FIN.