El Sueño de las Pequeñas Guerreras



En un pequeño pueblo de Argentina, un grupo de chicas entusiastas se reunía cada semana en el gimnasio de la escuela para practicar voley. Su entrenadora, la Sra. Valeria, era una mujer apasionada por el deporte y siempre les decía que con esfuerzo y trabajo en equipo, podían lograr grandes cosas.

"¡Vamos, chicas, a calentar!", gritaba la Sra. Valeria, mientras las pequeñas corrían alrededor de la cancha, llenas de energía.

Un día, mientras practicaban triples y saques, la Sra. Valeria les propuso participar en un torneo local.

"Chicas, ¿qué les parece si nos inscribimos en el torneo del pueblo?"

"¡Sí!" gritaron todas al unísono, emocionadas.

El grupo se llamaba "Las Pequeñas Guerreras". Sin embargo, había un problema: la mayoría no tenía experiencia en competencias. Se produjeron murmullos entre ellas.

"Pero, entrenadora, no sabemos jugar bien y hay equipos que llevan años compitiendo!", dijo Ana, una de las chicas más tímidas.

"Yo creo que podemos hacerlo, siempre y cuando pongamos nuestro corazón y esfuerzo", respondió Sofía, que siempre había sido la más optimista del equipo.

La Sra. Valeria, viendo la inseguridad en sus rostros, decidió que harían algo diferente.

"¿Qué les parece si practicamos una vez más y luego hacemos un partido en que solo jugamos entre nosotras para ver cómo estamos?"

Las chicas asintieron, y poco a poco, el miedo se transformó en emoción. Prepararon sus mochilas y se pusieron a trabajar. Cada entrenamiento era una aventura en la que aprendían nuevas técnicas, se superaban y, sobre todo, se divertían.

Sin embargo, la semana del torneo se acercaba, y la tensión iba en aumento. Justo un día antes del torneo, ocurrió un imprevisto: el gimnasio sufrió un corte de luz y no podrían entrenar.

"¡No puede ser! Nos estamos quedando sin tiempo!", exclamó Carla, preocupada por el torneo.

La entrenadora les dijo que no se desanimaran y que encontraran otra manera de prepararse. Juntas decidieron practicar en el parque, utilizando una red improvisada con cuerdas y dos árboles.

"Es lo que cuentan las grandes deportistas, que a veces se necesita ser ingeniosas", dijo Valeria, entusiasmada.

Mientras practicaban, los vecinos que pasaban se detenían a verlas, sorprendidos por el ingenio y la determinación del grupo. Gracias a su esfuerzo, rápidamente empezaron a atraer la atención de otros niños del barrio, quienes vinieron a unirse al entrenamiento.

"¡Mirá, Valeria! ¡Hay más chicas que quieren jugar!", dijo Sofía, muy contenta.

El día del torneo llegó, y Las Pequeñas Guerreras se presentaron con orgullo, vestidas con camisetas coloridas. El ambiente era vibrante, con banderas y el grito de los espectadores animándolas.

El primer partido fue difícil, pero recordando todo lo que habían practicado, lograron llevar la voz de su entrenadora en el corazón.

"¡Jueguen en equipo!", les gritaba Valeria desde la línea de banda.

Después de varias horas emocionantes de partidos, el equipo llegó a la final. Se enfrentaron al equipo favorito, que había ganado el torneo durante tres años consecutivos. Las guerreras se miraron, llenas de nervios, pero también con una chispa de valentía.

"No importa si ganamos o perdemos. Solo dar lo mejor de nosotras", dijo Ana, recordando las palabras de su entrenadora.

El partido empezó. A medida que avanzaba, el lugar era un hervidero de emociones. Finalmente, llegaron al set decisivo. Los puntos se iban alternando, y cada vez que un punto era marcado por Las Pequeñas Guerreras, la emoción crecía.

En el último momento, Serví el balón y con un remate increíble, Sofía logró el punto definitivo.

"¡Ganamos!", gritaron todas, llenas de alegría.

La Sra. Valeria se unió a sus abrazos, emocionada.

"No solo ganamos, hicimos nuevas amigas, disfrutamos del juego y crecimos juntas. Eso es verdadero triunfo!"

Las Pequeñas Guerreras aprendieron que los verdaderos logros no eran solo un trofeo, eran los momentos compartidos, el esfuerzo unido y la alegría de haber dado lo mejor. Al finalizar el torneo, decidieron comprometerse a seguir entrenando y a ser un ejemplo para otras niñas en el futuro.

Desde entonces, el gimnasio y el parque fueron cada vez más concurridos. Las Pequeñas Guerreras dejaron una huella en el pueblo, demostrando que con pasión y trabajo en equipo, cualquier sueño es posible.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!