El Sueño de Lautaro
Era un soleado día en el pequeño pueblo de Villa Esperanza. Allí vivía Lautaro, un joven de 28 años que se ganaba la vida como carpintero. Desde pequeño, Lautaro había soñado con tener su propio taller, donde pudiese crear muebles y objetos de decoración personalizados para su comunidad. Sin embargo, dos años atrás había tenido un inconveniente económico que lo llevó a solicitar un préstamo. Por un tiempo, logró cubrir sus deudas, pero luego un contratiempo sufrió, pues su madre se enfermó, y esto lo llevó a caer en mora con el pago, lo que afectó su reputación en las centrales de riesgo. Pasados esos meses, Lautaro no solo perdió el control de sus finanzas, sino también las esperanzas de cumplir su sueño.
Un día, mientras trabajaba en un proyecto menor en casa, se le ocurrió que había llegado el momento de intentar nuevamente. "Creo que puedo conseguir un crédito de 150, 000 pesos para abrir mi propio taller y cumplir mi sueño,"- pensó. Con esa idea, decidió visitar a Valeria, una asesora financiera conocida en el pueblo por ayudar a las personas a salir adelante y encontrar soluciones.
Al llegar a la oficina de Valeria, un nudo en el estómago le generaba incertidumbre. La joven le atendió con calidez y una gran sonrisa. "¡Hola, Lautaro! ¿Cómo estás?"-
"Hola, Valeria. Vengo a pedirte ayuda, quería solicitar un crédito para abrir mi taller de carpintería, pero tengo miedo de que mi historial me perjudique…"- lamentó.
"No te preocupes, vamos a analizarlos juntos. Cuéntame cuánto necesitas y para qué lo usarás."- le dijo Valeria, haciendo que las compuertas de su ansiedad se empezaran a abrir.
"Necesito 150, 000 pesos. Planeo comprar herramientas y una máquina para trabajar la madera. Esto sería un gran impulso para mi sueño. Pero… tengo malas referencias por lo de la mora anterior. No sé si me lo darán…"- dijo Lautaro, con voz entrecortada.
Valeria hizo unas anotaciones y miró a Lautaro a los ojos con respeto y confianza. "En este momento, lo importante es que hayas aprendido de esa experiencia. Si has podido reflexionar sobre lo sucedido y tienes un plan sólido, yo creo que hay una manera de acercarnos a la entidad que podría dártelo. Cuéntame, ¿cómo piensas asegurar el pago del crédito?"-
Lautaro se sintió un poco más seguro y empezó a explicarle su plan. "Si abro mi taller aquí, pienso ofrecer muebles personalizados para fiestas y eventos. Además, podría involucrar a otros artesanos locales. Sería una forma de trabajar juntos y crecer como comunidad"-.
Valeria tomó nota y empezó a tejer un plan. Ella conocía a varios bancos que ofrecían créditos para emprendedores, incluso a aquellos con reportes negativos, siempre que presentaran un negocio claro y viable. "Lautaro, creo que podemos trabajar en un proyecto que hable de ti, de tu comunidad y de tus metas. Además, presentaré tu propuesta con valor social: capacitar a otros jóvenes en carpintería"-.
Juntos desarrollaron un plan que no solo contestaba la demanda de un cliente, sino que también brindaba oportunidades a otros en su entorno. Cuando finalizó, Lautaro no podía creerlo. ¡Era un plan sólido! Valeria se sentía emocionada también y fue así que acordaron presentar la propuesta a un banco local la próxima semana.
El día de la presentación llegó y la adrenalina de Lautaro no se hizo esperar. Valeria lo acompañó y juntos presentaron su proyecto. "Estoy aquí para ofrecer no solo un negocio, sino una oportunidad de trabajar juntos, de ser un contribuyente a nuestra comunidad. Esto no es solo para mí, es para todos"-.
Los ejecutivos del banco, movidos por la pasión de Lautaro y su visión, se miraron entre sí y luego hicieron una oferta sorprendente. "Podemos darte el crédito, pero también queremos ofrecerte un mentoreo para ayudarte a manejar tus finanzas en el futuro"-.
Lautaro sonrió al escuchar esto. La ilusión de su taller había vuelto a renacer, esta vez con el respaldo de personas que creían en él y su proyecto. "¡Mil gracias! No solo me están dando una segunda oportunidad, sino que me están ayudando a crecer"-.
Con cada paso que daba hacia su sueño, Lautaro aprendió que los tropiezos no son el final, sino parte del aprendizaje.
Poco tiempo después, Lautaro abrió su taller, y gracias al apoyo de Valeria y la ayuda del banco, su pequeño negocio comenzó a prosperar. Y lo más importante, no solo cumplió su sueño, sino que hizo realidad el de muchos jóvenes en Villa Esperanza.
Así, con su historia de perseverancia, Lautaro se convirtió en un ejemplo inspirador y educativo para todos los que lo rodeaban. La comunidad aprendió que las oportunidades existen si se trabaja por ellas y que siempre se puede empezar de nuevo.
FIN.