El sueño de Lío


En un pequeño pueblo de la provincia de Santa Fe, vivía un niño llamado Lío. Desde muy pequeño, Lío tenía un sueño: ser campeón del mundo de fútbol.

Cada tarde, después de la escuela, corría al potrero del pueblo para practicar sus tiros a gol y sus fintas. A pesar de su corta edad, su destreza con el balón era asombrosa. Sin embargo, Lío sabía que el camino para alcanzar su sueño no sería fácil.

A veces se sentía desanimado, pero su abuela siempre estaba allí para alentarlo. -¡Vamos, Lío! ¡Tú puedes lograrlo! -le decía con una amplia sonrisa-. Su abuela era su mayor admiradora y sabía exactamente qué decir para levantarle el ánimo en los momentos difíciles.

Con el apoyo incondicional de su abuela, Lío continuó entrenando duro, día tras día. Un día, un cazatalentos lo descubrió durante un partido de barrio y le ofreció la oportunidad de unirse a un equipo de fútbol profesional. Lío no podía creerlo.

¡Estaba un paso más cerca de su sueño! Sin embargo, el camino hacia la cima no sería sencillo. En su primer partido, Lío cometió un error que costó el gol del equipo contrario.

Se sintió desalentado y pensó en rendirse, pero el rostro sonriente de su abuela apareció en su mente. -¡Vamos, Lío! Todos cometemos errores, lo importante es levantarse y seguir adelante -le recordó su abuela en un susurro reconfortante.

Con el apoyo de su abuela en su corazón, Lío se levantó y se esforzó aún más. Poco a poco, su talento brilló en el campo y se convirtió en un referente del equipo. Su abuela no se perdía un solo partido, lo alentaba desde la tribuna con orgullo.

Finalmente, llegó el día en que Lío representaría a su país en la Copa del Mundo. El equipo llegó a la final y, en el último minuto del partido, Lío anotó el gol que los consagró campeones del mundo.

Entre lágrimas de emoción, corrió hacia la tribuna donde su abuela lo esperaba con los brazos abiertos. -Abuela, lo logré, ¡somos campeones del mundo! -gritó Lío con una felicidad indescriptible. -Siempre supe que lo lograrías, Lío.

¡Eres un verdadero campeón! -respondió su abuela con lágrimas de alegría en los ojos. Desde ese día, Lío entendió que, con esfuerzo, perseverancia y el amor incondicional de su abuela, cualquier sueño era posible de alcanzar.

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