El sueño de los déjà vu


Felipe era un niño muy curioso y soñador. Siempre se preguntaba cómo sería el mundo fuera del vientre de su mamá. Imaginaba colores, sonidos y aventuras por descubrir.

Pero lo que Felipe no sabía es que estaba a punto de vivir una experiencia única y mágica. Un día, mientras aún estaba en el vientre de su mamá, Felipe tuvo un extraño sentimiento de déjà vu. De repente, recordó haber estado en ese mismo lugar antes...

¡pero instantes antes de nacer! - Mamá, mamá -dijo Felipe emocionado-, ¡tuve un déjà vu! Recuerdo haber estado aquí antes. Su mamá sonrió cariñosamente y le acarició la barriguita. - Eso es muy interesante, mi pequeño explorador -le dijo-.

¿Puedes decirme qué viste o sentiste? Felipe cerró los ojos e intentó concentrarse para recordar todo lo que había experimentado en ese instante tan especial. - Vi colores brillantes y escuché risas alegres -comenzó a contar Felipe-.

También sentí una sensación cálida y amorosa alrededor mío. Su mamá asintió mientras escuchaba atentamente las palabras de Felipe. - Creo que tuviste un adelanto de todas las cosas maravillosas que te esperan en este mundo -le dijo su mamá con ternura-.

Y quiero ayudarte a descubrirlas todas cuando nazcas. Felipe sonrió emocionado ante esa perspectiva. Sabía que su vida estaría llena de sorpresas increíbles gracias a ese déjà vu tan especial.

Pasaron los días y finalmente llegó el momento en que Felipe decidió salir al mundo exterior. Fue un nacimiento lleno de alegría y emoción, y Felipe estaba listo para explorar todo lo que había visto en su déjà vu.

A medida que crecía, Felipe descubrió nuevos colores, sonidos y sensaciones. Cada día era una aventura llena de aprendizaje y diversión. Se dio cuenta de que el mundo era mucho más grande de lo que había imaginado desde el vientre de su mamá.

Un día, mientras jugaba en el parque con sus amigos, Felipe tuvo otro déjà vu. Esta vez recordó haber estado ahí antes también. - ¡Chicos! -exclamó emocionado-. Recuerdo haber estado aquí antes...

¡en mi déjà vu! Sus amigos se acercaron curiosos a escucharlo. - ¿Qué viste o sentiste esta vez? -preguntaron ansiosos por saber más. Felipe cerró los ojos e intentó describirles todo lo que había experimentado.

- Vi un arco iris gigante sobre nosotros y escuché risas felices mezcladas con el canto de los pájaros -dijo entusiasmado-. También sentí una brisa fresca acariciando mi piel. Sus amigos quedaron impresionados y emocionados por las palabras de Felipe.

Juntos decidieron buscar ese arco iris gigante para vivir esa experiencia mágica todos juntos. Y así, durante toda su infancia, cada vez que Felipe tenía un déjà vu, compartía sus recuerdos con sus amigos y juntos vivían nuevas aventuras llenas de magia e imaginación.

Con el tiempo, Felipe comprendió que esos momentos especiales eran regalos del universo para recordarle lo hermosa que es la vida. Aprendió a valorar cada experiencia, por pequeña que fuera, y a disfrutar de las maravillas que el mundo tenía para ofrecer.

Y así fue como Felipe, el niño curioso y soñador, creció rodeado de amigos y aventuras inolvidables. Siempre recordaba su déjà vu como un recordatorio de que cada día era una oportunidad para descubrir algo nuevo y maravilloso.

Desde entonces, Felipe nunca dejó de soñar y explorar. Y siempre supo que los déjà vu eran simplemente señales del universo para recordarle cuánto amor y felicidad había en su vida.

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