El Sueño de los Guerreros del Vóley
En un pequeño pueblo llamado Valleverde, había un grupo de chicos que soñaban con formar un equipo de vóley. Entre ellos estaban Tomi, un chico bajo pero ágil, y su mejor amiga, Lila, quien siempre tenía una sonrisa en el rostro y una energía contagiosa. Un día, mientras practicaban en el parque, un nuevo profesor de educación física llegó al pueblo. Su nombre era Martín y había sido jugador profesional de vóley.
"¡Hola, chicos! ¿Qué hacen aquí?" - preguntó Martín con una gran sonrisa.
"Jugamos a vóley, pero no somos muy buenos…" - respondió Tomi, un poco avergonzado.
"¿Y por qué no forman un equipo?" - sugirió Martín.
Los ojos de Lila brillaron.
"¡Eso sería genial!"
"Pero necesitamos más jugadores…" - comentó Tomi, mirando a su alrededor.
Fue entonces que Martín propuso algo.
"Les enseñaréd algunas técnicas básicas y luego organizaremos una competencia. Será una gran oportunidad para encontrar a más chicos que quieran jugar. ¡Y podrán mostrar lo que aprendieron!"
Los amigos estaban emocionados, y así empezó su camino. Cada tarde, Martín les enseñaba a palomear, recepcionar y servir. Aunque muchas veces fallaban, la pasión de los niños los mantenía en pie.
Un día, mientras practicaban, Lila sintió que se estaba cansando y empezó a dudar de sí misma.
"No sé si voy a poder, Tomi. Hay chicas mejores que yo…"
Tomi, viendo la tristeza en su rostro, le respondió.
"¡No te rindas, Lila! Todos mejoramos a nuestro ritmo. Recuerda el primer día cuando no sabíamos ni cómo servir. ¡Mirá cuánto hemos avanzado!"
Esto revivió su ánimo y continuaron practicando con más dedicación que nunca. Cuando llegó el día del torneo, estaban muy nerviosos. Su primer rival fue el equipo de los Leones de la Montaña, conocidos por su técnica y fuerza.
"No podemos perder la esperanza, vamos a dar lo mejor de nosotros" - gritó Martín desde la línea de banda.
"¡Sí! ¡Guerreros del Vóley, a la cancha!" - animó Lila, levantando las manos.
El partido comenzó y los Guerreros del Vóley, aunque tenían menos experiencia, usaron el trabajo en equipo. Tomi, con su agilidad, lograba saltar y recibir pelotas difíciles. Lila, con su energía, motivaba al equipo. Sin embargo, en un momento crucial, el equipo de los Leones hizo un saque potente. La pelota se dirigía hacia Tomi, pero él dudó un segundo.
"¡Tomi, ¡atacá!" - gritó Lila desde el otro lado.
Esa palabra lo animó y, en un salto increíble, logró recepcionar la pelota y pasarla a Lila, quien hizo un remate perfecto.
"¡Sí! ¡Vamos!" - gritó Martín emocionado.
El partido siguió en un tira y afloja, hasta que llegó el último punto.
"¡Es nuestra última oportunidad!" - animó Martín.
"¡No importa si ganamos o perdemos, lo importante es que disfrutamos!" - agregó Lila, sonriendo.
Los Guerreros del Vóley se unieron en una estrategia final. Tomi hizo un saque que sorprendió a todos, y Lila y los demás atacaron con fuerza. La bola pasó por encima de la red y cayó en el campo de los Leones. Todo el mundo en el público estalló en aplausos.
"¡Ganamos!" - gritaron todos emocionados.
Sin embargo, no sabían que los Leones también estaban emocionados por el juego. Al final del torneo, los jugadores de ambos equipos se reunieron y se dieron la mano.
"Fue un gran partido, Guereros del Vóley. Ustedes son buenos jugadores" - dijo el capitán de los Leones.
"Gracias, nosotros también disfrutamos jugar contra ustedes" - respondió Tomi.
El torneo terminó, pero los Guerreros del Vóley continuaron entrenando y cada vez más niños se unieron al equipo. Los niños aprendieron que no solo se trataba de ganar, sino de disfrutar del deporte y hacer buenos amigos. Así, en Valleverde, el vóley se convirtió en un símbolo de unión y amistad, donde todos podían soñar en grande y superar cualquier desafío juntos.
FIN.