El Sueño de Lucas



En un pequeño barrio de Argentina, vivía un niño llamado Lucas. Lucas era un apasionado del básquet. Desde que tenía memoria, soñaba con ser un gran jugador profesional. Pasaba las tardes en la plaza junto a sus amigos, tirando al aro y organizando partidos de tres contra tres.

Un día, mientras practicaban, Lucas se dio cuenta de que había un nuevo chico en el barrio. Se llamaba Tomás y no sabía jugar al básquet. Intrigado y con ganas de hacerlo sentir parte del grupo, Lucas se acercó y le dijo:

"¡Hey! ¿Querés jugar con nosotros? No importa si no sabés, aquí todos aprendemos juntos."

Tomás sonrió tímidamente y aceptó la invitación. Pero, a medida que pasaban los días, Lucas notaba que Tomás luchaba para seguir el ritmo. Algunas veces fallaba tiros y, en otras, se perdía en la cancha.

"¡Vamos Tomás! ¡Tú puedes!" - animaba Lucas, aunque algunos de sus amigos se reían.

Sin embargo, eso no desmotivó a Tomás. Como toda inspiración, se fue esforzando más cada día. Lucas lo vio y se emocionó al ver cómo Tomás practicaba en su casa, con un aro de cartón que su papá le había hecho.

Una tarde, durante un partido crucial entre amigos, Lucas se dio cuenta de que estaba tan concentrado en ganar, que había olvidado invitar a Tomás a jugar ese día. Justo cuando se le pasaba por la cabeza esa idea, algo inesperado sucedió. En el último minuto, uno de sus compañeros se lesionó.

"¡Necesitamos un cuarto jugador!" - gritó María, la mejor pasadora del grupo.

Lucas, dándose cuenta de su error, miró hacia donde estaba Tomás, quien se había sentado a un lado con una pelota en las manos. Lucas sintió un nudo en el estómago, pero se armó de valor y le dijo:

"¡Tomás! ¡Vení a jugar! Nadie lo espera, pero necesitamos tu ayuda."

Tomás se sorprendió, pero se levantó con una sonrisa brillante. No importaba si no era el mejor jugador, él tenía ganas de ayudar a sus amigos.

En el momento en que entró a la cancha, todos lo miraron con curiosidad. A pesar de su nerviosismo, se animó a botar la pelota y, al poco tiempo, recibió un pase de Lucas. El aro parecía lejos, pero con todo su esfuerzo y un fuerte salto, ¡encestó!"¡Sí, Tomás!" - gritó Lucas entusiasmado. "¡Esa fue genial!"

A partir de ahí, el juego tomó un giro inesperado. Tomás continuó esforzándose, logrando más encestes y ayudando al equipo a conectar mejor. Al final del partido, aunque no ganaron, todos sintieron que Tomás había sido fundamental.

Esa noche, después del partido, Lucas le dijo a Tomás:

"Ves, solo necesitabas una oportunidad. Nunca hay que rendirse."

"Gracias, Lucas. No sé qué habría hecho sin tu apoyo. Ahora sé que puedo mejorar."

A partir de ese momento, Tomás se convirtió en un miembro valioso del equipo. Juntos, entrenaban hasta que caía el sol, y Lucas aprendió la importancia del trabajo en equipo y la inclusión. Aunque al principio no creía que Tomás pudiera desempeñarse bien, su dedicación y amistad demostraron lo contrario.

Finalmente, el día del torneo se acercaba. Gracias al esfuerzo de todos, el equipo logró clasificarse. Lucas miró a sus amigos y a Tomás, agradecido de tenerlos a todos en su vida y recordó cómo comenzaron. Jugar al básquet no solo era ganar partidos, sino celebrar la unión y la amistad.

De esta manera, el pequeño barrio no solo tuvo un nuevo gran jugador en el equipo, sino también una lección invaluable: todos, sin importar su nivel de habilidad, tienen algo especial que aportar. Y lo más importante, cada esfuerzo cuenta, especialmente cuando hay amistad de por medio.

FIN.

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