El Sueño de Lucas



En un pequeño barrio de Buenos Aires, había un niño llamado Lucas que soñaba con ser un gran futbolista. Desde muy temprano, cada mañana, Lucas se despertaba con el sonido del balón de fútbol que botaba al suelo. "Mamá, hoy voy a ser el mejor jugador del barrio", le decía entusiasmado.- Su madre, con una sonrisa, lo animaba: "Claro que sí, Lucas. Cada día es una nueva oportunidad para brillar".

Cada tarde, después de las clases, Lucas se iba al parque a practicar. Con sus amigos, jugaban en un campo de tierra y sus risas llenaban el aire. Sin embargo, Lucas empezaba a notar que sus amigos eran mucho mejores que él. "Lucas, mirá cómo lo hago", decía Tomás, mientras hacía malabares con el balón.

Un día, el club de fútbol del barrio anunció que harían pruebas para un nuevo equipo. Lucas estaba emocionado, pero también nervioso. "¿Crees que podré?", le preguntó a su mejor amiga, Valentina. "Por supuesto. Solo tenés que dar lo mejor de vos", le respondió ella.

Ese día, llegó al club con el corazón latiendo fuerte. Al ver a los chicos que esperaban, se dio cuenta de que eran muy buenos. Los entrenadores comenzaron a hacer ejercicios y Lucas se esforzó al máximo. Pero, aunque corrió, pateó y se concentró, al final no le fue como había esperado. "Lo siento Lucas, no te seleccionaremos para el equipo este año", le dijo uno de los entrenadores. Sus palabras le rompieron el corazón. "Pero seguiré intentando", pensó mientras se iba del club.

Pasaron los días y las semanas, y Lucas siguió practicando, incluso cuando sentía que no avanzaba. Un día se encontró con Don Alberto, un anciano que siempre lo veía entrenar. "Lucas, no te desanimes. Cada gran jugador ha enfrentado fracasos, pero la perseverancia es lo que cuenta", le dijo Don Alberto. "¿Perseverancia?", preguntó Lucas. "Sí, es la clave para alcanzar tus sueños. Seguí intentando y nunca dejes de creer en vos mismo".

Inspirado por las palabras de Don Alberto, Lucas decidió volver al club. Esta vez, se preparó mucho más, corrió más, practicó más y, cuando llegó el día de las pruebas nuevamente, se sentía diferente. "Hoy daré lo mejor de mí", se dijo.

En la prueba, el clima era caluroso pero Lucas se sentía fresco. Corrió, chorreó sudor y dio todo de sí. Cuando llegó al fin de la prueba, el entrenador lo miró a los ojos y sonrió. "¡Lucas! Te hemos estado observando. Has mejorado mucho". Lucas no podía creerlo. "¿Significa que... ?", balbuceó con esperanza.

"Sí, has sido seleccionado para el equipo juvenil. ¡Felicidades!", anunció el entrenador. Lucas saltó de alegría. "¡Lo logré! ¡Lo logré!", gritó. Esa noche, Lucas no podía dormir de la emoción. Su sueño estaba más cerca que nunca.

Con el tiempo, Lucas se convirtió en un gran jugador, no solo por su habilidad, sino por la dedicación y esfuerzo que demostró. En cada partido, recordaba las palabras de Don Alberto y cómo nunca debe rendirse ante las adversidades. "Los sueños se persiguen con esfuerzo y pasión", siempre decía a sus amigos.

Así, Lucas no solo se convirtió en futbolista, sino en un ejemplo para todos los niños del barrio. Enseñó que, aunque las pruebas sean difíciles y los fracasos sean parte del camino, siempre hay una oportunidad para seguir adelante y luchar por nuestros sueños. Y así, un simple niño con un amor inmenso por el fútbol, transformó su pasión en una realidad, todo gracias a la fe en sí mismo y la perseverancia.

FIN.

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