El Sueño de Lucas



Era una cálida tarde de primavera en un barrio lleno de sueños y risas. Lucas, un niño de doce años con una gran pasión por el fútbol, practicaba su puntería en el parque del barrio. Con cada golpe que le daba a la pelota, su corazón latía más rápido. Lucas soñaba con ser futbolista profesional, como sus ídolos en la televisión.

"¡Un gol más y seré el próximo Messi!" - exclamaba mientras corría tras la pelota.

Sin embargo, no todo en la vida de Lucas era sencillo. Había días en los que la duda se instalaba en su corazón. A veces, sus amigos se reían de él cuando fallaba un penal en el juego.

"No te preocupes, Lucas. ¡Todos cometemos errores!" - le decía su amiga Sofía, que siempre le daba ánimo.

Pero Lucas no podía evitar sentirse triste.

"¿Y si nunca lo logro?" - se preguntaba, con los ojos llenos de dudas.

Un día, mientras practicaba en el parque, un viejo exfutbolista llamado Don Miguel se acercó. Era conocido en el barrio por sus historias de gloria y fracasos.

"¡Hola, pibe! Te veo practicar. Tienes talento, pero también veo que te falta confianza. ¿Qué te preocupa?" - le dijo con una sonrisa amable.

Lucas se sintió aliviado de poder hablar.

"Quiero ser futbolista, pero muchas veces me siento inseguro. No sé si soy lo suficientemente bueno..."

Don Miguel se agachó a su altura y le dijo:

"Escuchame bien, Lucas. El camino hacia tus sueños no es fácil. A veces habrá desilusiones, caídas o goles fallidos. Pero cada vez que te levantas y sigues adelante, eso es lo que te hará un verdadero campeón."

Con nuevas perspectivas, Lucas volvió al parque con una sonrisa. Empezó a entrenar con más ganas, aprendiendo tanto de sus aciertos como de sus errores, sin dejar que la tristeza lo detuviera.

Un día, se anunció un torneo en el barrio. Lucas no dudó en inscribirse. Sin embargo, la noche anterior al torneo, el miedo y la ansiedad regresaron.

"¿Y si no juego bien?" - se decía a sí mismo, revolviendo su cama.

Pero recordó las palabras de Don Miguel y decidió que no dejaría que el miedo dominara su sueño. Esa mañana, al levantarse, respiró hondo y se dijo:

"Voy a jugar con todo mi corazón. No importa el resultado, ¡solo quiero disfrutar del juego!"

El día del torneo llegó y Lucas se sintió nervioso, pero también emocionado. Fue a la cancha donde sus amigos y familiares estaban animándolo. Cuando comenzó el partido, los primeros minutos fueron complicados, y Lucas se sentía un poco fuera de lugar. Pero cada vez que miraba a la tribuna y veía la sonrisa de Sofía, su mamá y su papá, se sentía más fuerte.

Durante una jugada del partido, Lucas recibió el balón y, con una impresión, lo llevó hacia el arco. Aquel tiró fue como un sueño, y ¡gol! La pelota pasó justo por encima del arquero. Lucas gritó de alegría y sus amigos lo abrazaron.

"¡Lo hiciste, Lucas!" - gritaron.

Después de un emocionante partido, el equipo de Lucas no ganó el torneo, pero él había aprendido algo aún más valioso.

"No se trata de ganar o perder, sino de amar lo que haces y no rendirte en el intento" - decía Lucas mientras sonreía a sus amigos.

A partir de ese día, Lucas se comprometió a seguir entrenando y disfrutando de cada momento en la cancha. Don Miguel le sonrió desde la tribuna, orgulloso de ver que el pequeño soñador empezaba a comprender lo que significaba realmente ser un futbolista.

Y así, todos los días, Lucas entrenó con alegría y dedicación, sabiendo que su sueño era posible, siempre que nunca dejara de esforzarse y amar el juego. Su corazón brillaba más que nunca mientras pateaba esa pelota que soñaba con llevarle a ser un gran futbolista.

Al final del día, a veces te caes, a veces te ríes, pero nunca dejes de soñar y perseguir lo que quieres. Así es como se convierten los sueños en realidad, con coraje, amor y un poco de ayuda de los amigos.

FIN.

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