El Sueño de Lucrecio



Era un día soleado en el barrio de Tres Palmas, y Lucrecio, un niño de 10 años con una inmensa energía y una sonrisa siempre luminosa, se lanzó a correr como si volara. Sus piernas parecían tener vida propia mientras recorría las calles, sintiendo el viento en su cara y escuchando el sonido de sus propios pasos resonando en el asfalto.

Cada tarde, después de la escuela, Lucrecio se juntaba con sus amigos en el parque. Juntos jugaban al fútbol, hacían carreras y hasta organizaban competencias de saltos. Un día, mientras jugaban, uno de sus amigos, Tomás, le dijo:

"¡Lucre, deberías ser profesor de educación física! ¡Sos un genio corriendo!"

Lucrecio se detuvo un momento y pensó. Nunca había imaginado ser profesor.

"¿Profesor? Pero, ¿yo puedo ser eso?"

"¡Claro! Podés enseñarnos a todos a correr mejor y a divertirnos!" respondió Tomás con entusiasmo.

Esa idea se quedó dando vueltas en la cabeza de Lucrecio. Esa noche, al terminar de cenar, lo compartió con su mamá.

"Mamá, hoy en el parque, Tomás me dijo que podría ser profesor de educación física. ¿Crees que yo pueda?"

Su mamá lo miró con ternura, sonriendo.

"Claro que sí, Lucrecio. Si te gusta correr y alegrar a otros, ¡es una gran decisión! Pero, ser profesor requiere mucho esfuerzo, dedicación y estudios. ¿Estás dispuesto a trabajar duro?"

Lucrecio asintió con firmeza.

"¡Sí! ¡Quiero hacer feliz a la gente mientras corren!"

Pasaron los días, y cada vez que tenía tiempo libre, Lucrecio se dedicaba a practicar no solo su técnica de carrera, sino también a armar juegos y actividades físicas. Comenzó a organizar una especie de "taller de educación física" en el parque todos los sábados. Pronto, más chicos empezaron a unirse.

Mientras tanto, una de sus maestras se dio cuenta de la dedicación de Lucrecio. Durante la clase de Educación Física, lo observó motivando a sus compañeros. Al finalizar, se acercó a él y le dijo:

"Lucrecio, te vi liderar a tus amigos de una forma increíble. ¿Alguna vez has pensado en participar en la olimpiada escolar del barrio? Podrías mostrar tus habilidades. ¡E incluso podrías organizar una parte del evento!"

Los ojos de Lucrecio brillaron.

"¡Sí, me encantaría!"

Así fue como Lucrecio comenzó a preparar la olimpiada. Pero un giro inesperado ocurrió cuando, una semana antes del evento, un fuerte temporal arrasó el parque donde iba a realizarse la competencia.

"¿Qué vamos a hacer ahora?" se lamentó uno de sus amigos, Paula.

Lucrecio respiró hondo.

"No podemos rendirnos. Siempre hay una solución. Vamos a buscar otro lugar. Podría ser el club del barrio, o incluso en la calle si tenemos que hacerlo. ¡Lo importante es que se realice!"

El tiempo pasó, y al final, gracias a la solidaridad de todos los chicos del barrio, encontraron un espacio en el gimnasio de la escuela. La olimpiada se convirtió en un verdadero éxito. Lucrecio se sintió mayor al ver a sus amigos riendo, compitiendo y disfrutando.

Finalmente, llegaron los profesores del colegio, y uno de ellos le dijo:

"Lucrecio, has hecho un trabajo excepcional. ¿Te gustaría que te ayudemos a apuntarte a un curso de monitor de deportes? Esto podría acercarte más a tu sueño de ser profesor de educación física."

Lucrecio saltó de emoción.

"¡Sí, por favor! ¡Quiero hacerlo!"

Así fue como, desde aquel momento, Lucrecio dedicó más tiempo a estudiar sobre deportes y salud, siempre con la esperanza de llegar a ser un gran profesor de educación física que inspirara a otros, como inspiró a sus amigos.

Los días pasaron, y el pequeño soñador estaba un paso más cerca de su meta, todo porque un día decidió que correr no solo era su pasión, sino también el camino para hacer felices a los demás. ¡El sueño de Lucrecio apenas empezaba!

FIN.

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