El Sueño de Luli en el Campo
Luli era una niña de siete años que vivía en un pequeño pueblo rodeado de vastos campos y montañas. Todos los días, después de clases, corría hacia un gran campo de girasoles que estaba justo detrás de su casa. Era su lugar favorito, un rincón lleno de magia donde podía dejar volar su imaginación.
Un día, mientras paseaba entre los altos girasoles, vio que algo brillaba en el suelo. Se acercó y descubrió una pequeña caja dorada. "¡Mirá, qué linda caja!"- exclamó emocionada. La levantó y, al abrirla, un destello de luz la envolvió. De la caja salió un pequeño duende llamado Dimi.
"Hola, Luli. Soy Dimi, el duende de los girasoles. Te vi jugar y quise agradecerte por cuidar de este campo tan hermoso. Te ofrezco un deseo, pero debes usarlo sabiamente"- dijo Dimi con una sonrisa traviesa.
Luli pensó por un momento. "Quiero que todos los niños del pueblo tengan un lugar mágico como este para jugar y soñar, como yo"-. Dimi asintió, y con un giro de su varita, llenó el campo de girasoles de colores y flores de todo tipo.
Pero al día siguiente, el pueblo comenzó a llenarse de niños que venían a jugar, y aunque al principio Luli estaba feliz, pronto se dio cuenta de que el campo estaba muy desordenado y algunos niños no cuidaban las flores.
"¡Chicos!"- gritó. "Este lugar es mágico, tenemos que cuidarlo"-. La mayoría de ellos solo reían y corrían, pero un grupo de amigos, Tomi y Ana, se acercaron. "Tienes razón, Luli. No podemos dejar que se destruya"- dijo Tomi. "¿Qué podemos hacer?"- preguntó Ana.
Luli tuvo una idea. "Podemos hacer un club de cuidadores de girasoles. Cada uno puede elegir una tarea y juntos podemos mantener este lugar hermoso"-. Los niños estuvieron de acuerdo y comenzaron a recoger basura, regar las plantas y plantar nuevas semillas.
Con el paso de los días, el campo se volvió más hermoso que nunca, lleno de risas y color. Todo el mundo quería unirse al grupo, y así, lograron hacer de ese lugar un espacio mágico y ordenado.
Un día, mientras cuidaban las flores, Dimi apareció nuevamente. "Estoy muy orgulloso de ustedes. Han aprendido a cuidar y a valorar lo que tienen. En agradecimiento, les doy un regalo. Cada vez que un niño venga a jugar aquí, un girasol les dará la bienvenida"- dijo el duende.
De repente, todos los girasoles comenzaron a girar y a brillar, como si estuvieran saludando a los nuevos visitantes. Luli sonrió, sintiéndose feliz.
"Gracias, Dimi. Ahora este es un lugar donde todos podemos soñar, jugar y cuidarnos unos a otros"- dijo Luli.
El duende se despidió, dejando un destello de luz, y Luli aprendió que cuidar de la naturaleza y de los demás es también cuidar de uno mismo. Desde entonces, el campo de girasoles no solo se convirtió en un lugar mágico, sino también en un símbolo de amistad y responsabilidad para todos los niños del pueblo.
Y así, Luli, Tomi, Ana y todos sus amigos aprendieron a cuidar de la naturaleza juntos, convirtiéndose en los guardianes de su mágico campo de girasoles. Y, sobre todo, entendieron que la verdadera magia reside en el amor y el cuidado que damos a nuestro entorno y a los demás.
FIN.