El Sueño de Manuel



Era un soleado día de primavera en Checoslovaquia y Manuel Santiago Echeverría Ibrackmovick estaba ansioso. Tenía 17 años y, por fin, iba a jugar en un partido decisivo para su equipo, los Estrellas del Este, en el cual estaba en juego la clasificación a la liga juvenil. Para Manuel, esto no era solo un partido, era la oportunidad de hacer realidad su sueño de convertirse en futbolista profesional, un deseo que había cultivado desde que era un niño viendo a su padre jugar con gran pasión.

En el vestuario, antes de salir al campo, sus compañeros de equipo lo rodearon.

"¡Manuel! ¡Estamos listos!" - gritaron con entusiasmo, dándole ánimos.

"Sí, vamos a darlo todo hoy. ¡Es nuestra oportunidad!" - respondió Manuel, su corazón latiendo aceleradamente.

Cuando salieron al campo, el ruido de la multitud lo llenó de energía. Pero en medio del partido, una lesión lo forzó a salir del juego y se sintió devastado. En lugar de rendirse, Manuel decidió alentar a sus compañeros desde el banco.

"¡Vamos chicos! ¡Ustedes pueden!" - gritaba mientras veía el juego desarrollarse.

A medida que avanzaba el partido, sus compañeros comenzaron a tener problemas. El equipo rival era fuerte y parecía estar ganando el control. Un jugador de los Estrellas del Este se cayó, y Manuel sintió que su corazón se hundía. Sin embargo, en ese momento, su entrenador se acercó a él.

"Manuel, ¿estás listo para volver a jugar?" - le preguntó el entrenador.

"¡Sí! ¡Estoy listo!" - respondió con determinación.

Al regresar al campo, tomó el balón y, con cada pase y cada sprint, recordó las enseñanzas de su padre: el esfuerzo, la dedicación y la importancia de trabajar en equipo. El equipo se unió, y juntos lograron anotar un gol que igualó el partido.

El tiempo se estaba acabando y, con el marcador 1-1, la tensión aumentaba. Entonces, Manuel vio la oportunidad. Con un pase magistral, logró asistir a su compañero, quien remató y anotó el gol de la victoria justo cuando sonó el silbato final.

"¡Lo hicimos! ¡Ganamos!" - gritó Manuel, abrazando a sus compañeros.

El equipo celebró, y los padres de Manuel aplaudieron en las gradas. Su madre le gritó emocionada.

"¡Estoy tan orgullosa de vos, Manuel!" - mientras su padre sonreía, recordando sus propios días de gloria.

Los Estrellas del Este se clasificaron para la liga juvenil y Manuel, con lágrimas de felicidad en los ojos, comprendió que su sueño de ser futbolista estaba un paso más cerca de hacerse realidad. En ese instante, entendió que no solo estaba luchando por su sueño, sino también por el de su familia, por el legado que su padre había dejado en él.

Cuando volvió a casa, sus padres y tíos lo recibieron con abrazos y felicitaciones.

"Hoy no solo jugaste, Manuel. Luchaste y colaboraste con tu equipo. Esa es la verdadera esencia del fútbol," - le dijo su padre.

Desde ese día, Manuel se comprometió a trabajar aún más duro, no solo para ser un gran futbolista, sino también para inspirar a otros a seguir sus sueños. Así, cada vez que se ponía las zapatillas de fútbol, recordaba que el verdadero triunfo no solo estaba en la victoria, sino en el esfuerzo, la dedicación y la pasión por aquello que amaba.

FIN.

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