El sueño de Marcos



Había una vez en el barrio de Triana, en Sevilla, un niño llamado Marcos que desde pequeño estaba fascinado por la Semana Santa.

Cada año, esperaba con ansias la llegada de las procesiones para ver pasar los pasos adornados con flores y velas, escuchar el sonido de los tambores y trompetas, y sentir la emoción que se respiraba en el ambiente. Desde muy chico, Marcos soñaba con ser Hermano de la Cofradía de La Esperanza de Triana.

Para él, formar parte de esa hermandad significaba ser parte de algo especial, algo más grande que él mismo.

Soñaba con vestir el hábito morado y plata, llevar un cirio encendido en sus manos y caminar orgulloso junto a sus compañeros cofrades. Un día, mientras observaba una procesión desde la acera junto a su abuelo Manuel, le confesó su deseo: "Abuelo, cuando sea grande quiero ser Hermano de La Esperanza".

Manuel sonrió cariñosamente y le dijo: "Eso está muy bien, Marcos. Siempre debes seguir tus sueños y trabajar duro para alcanzarlos". Los años pasaron y Marcos no dejó nunca de soñar con pertenecer a la cofradía.

Estudiaba con dedicación para sacar buenas notas en el colegio e iba todos los días a practicar música en la banda local para poder tocar los tambores en las procesiones. Un día antes del Domingo de Ramos, recibió una carta inesperada.

Era una invitación para unirse como novicio a la Cofradía de La Esperanza. Marcos no podía creerlo; ¡su sueño estaba a punto de hacerse realidad! Con lágrimas en los ojos corrió a contarle la noticia a su abuelo Manuel.

"¡Abuelo! ¡Mira esta carta! Me invitan a unirme como novicio a La Esperanza!", exclamó emocionado Marcos. "¡Enhorabuena, mi querido nieto! Estoy muy orgulloso de ti", respondió Manuel con alegría. El Domingo de Ramos fue uno de los días más felices en la vida de Marcos.

Vestido con su hábito morado y plata, caminó junto a sus nuevos hermanos cofrades llevando su cirio encendido con devoción y respeto.

Escuchó atentamente las indicaciones del capataz sobre cómo cargar el paso correctamente y siguió cada paso al ritmo marcado por los costaleros. Al finalizar la procesión, Marcos se sintió pleno y realizado. Había logrado cumplir su mayor sueño gracias a su esfuerzo constante y dedicación.

Desde ese día entendió que cuando se tiene un objetivo claro en mente y se trabaja duro por alcanzarlo, nada es imposible.

Y así fue como Marcos se convirtió en uno más dentro de la gran familia que conformaba la Cofradía de La Esperanza: un niño apasionado por la Semana Santa que encontró su lugar entre quienes compartían su misma devoción y amor por esta tradición tan arraigada en Sevilla. Y juntos continuaron caminando año tras año llevando consigo la esperanza y la fe en cada paso que daban.

FIN.

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