El Sueño de María
Era un día soleado en el barrio de las flores, y María, una niña llena de energía y sueños, estaba en el jardín de su casa viendo a otros niños jugar al fútbol. Se imaginaba corriendo detrás de la pelota, haciendo goles y celebrando con sus amigos. Pero había un problema: su papá no quería que ella jugara al fútbol.
"Papá, por favor, dejame jugar al fútbol con los chicos!" - le dijo María entusiasmada, con sus ojos brillando de emoción.
"No, María. El fútbol es un deporte para hombres. Ya te dije que es mejor que hagas otra cosa" - respondió su papá con una voz firme.
María se sintió triste. Se le llenaron los ojos de lágrimas, pero no quería que su papá la viera llorar. Así que decidió ir a su habitación a pensar. En ese momento, su mamá, que había estado escuchando la conversación, decidió intervenir.
"¿Querés un poco de ayuda, querida?" - le preguntó su mamá con cariño.
"Papá no me deja jugar al fútbol y me pone muy triste" - respondió María, sufriendo.
La mamá volvió a recordar cómo ella, de pequeña, también había querido jugar al fútbol, pero su papá no la dejaba. Entonces, se llenó de determinación.
"Voy a hablar con tu papá, María. Vos merecés jugar lo que te gusta" - dijo su mamá, mientras se dirigía hacia donde estaba su esposo.
"Amor, ¿te puedo contar algo?" - comenzó su mamá, sentándose junto a él en el sofá.
"Claro, ¿qué pasa?" - respondió el papá, un poco confundido.
"¿Te acordás cuando yo quería jugar al fútbol y vos me dijiste que no?" - le recordó su esposa.
"Sí, pero era diferente, yo solo quería protegerte" - replicó el papá, un tanto a la defensiva.
"Sí, pero después me dejaste jugar y descubrimos cuánto disfrutaba. ¿No creés que deberías darle la misma oportunidad a María?" - insistió su mamá, mirando a su esposo con dulzura.
"No lo sé... no quiero que se lastime" - decía el papá, pero ya comenzaba a dudar.
La mamá continuó "Pero María es fuerte y valiente. Ella debe decidir lo que quiere hacer. No se trata solo de fútbol, se trata de permitirle que siga sus sueños."
Fue en ese momento que el papá se dio cuenta de que tal vez estaba siendo un poco estrictamente protector. Recordó cómo se sentía su mamá cuando le habían dado la oportunidad de jugar. Entonces, finalmente, tomó una decisión.
"Está bien, voy a hablar con María y ver cómo se siente un poco más. Quiero saber cómo podemos hacerlo de manera segura" - dijo, sintiéndose más convencido.
Cuando la mamá se acercó a María, le dijo con una sonrisa "María, tu papá quiere hablar contigo". María sintió que su corazón latía con fuerza. Se sentía nerviosa pero esperanzada.
"¿Puedo jugar al fútbol, papá?" - preguntó María, mirándolo con una mezcla de ansiedad y expectativa.
"Claro, pero quiero que aprendamos juntos y te prometo que siempre estaré ahí para ayudarte" - respondió su papá, esta vez sonriendo.
María saltó de alegría "¡Gracias, papá! Voy a practicar mucho, no te vas a arrepentir" - exclamó emocionada.
A partir de aquel día, comenzaron a ir juntos a la cancha de fútbol. El papá le enseñó a parar la pelota, a patear y a disfrutar del juego. No solo se convirtió en un hermoso momento entre padre e hija, sino que también vio a María desarrollarse en una maravillosa jugadora.
María fue muy feliz al mostrarle a sus amigos todo lo que estaba aprendiendo. A veces, incluso su papá se unía a los partidos en la plaza del barrio. Eso, hizo que el papá se sintiera orgulloso de su hija.
Y así, no solo María cumplió su sueño de jugar al fútbol, sino que también enseñó a su papá que todos los sueños, sin importar cuán grandes o pequeños sean, merecen ser perseguidos y apoyados. Desde entonces, cada fin de semana, el campeonato de fútbol en el barrio estuvo lleno de risas, goles y mucho amor. Y María siempre recordará que, en la vida, lo más importante es seguir nuestros sueños, rodeados de quienes nos apoyan con amor.
FIN.