El Sueño de Mariana
Era un día soleado en la Escuela Primaria del Sol. Los niños corrían y jugaban en el recreo, riendo y disfrutando de la calidez del día. En una esquina del patio, Mariana, una niña de diez años, observaba a sus compañeros jugar al fútbol.
Mariana siempre había soñado con ser una excelente futbolista, pero le costaba un poco unirse a ellos. Su amiga Sol, que era su compañera de aventuras, se le acercó con una sonrisa.
"¡Mariana! ¿Por qué no venís a jugar con nosotros?" - le preguntó Sol, entusiasmada.
"Yo… es que no soy muy buena..." - respondió Mariana, con un tono de inseguridad en su voz.
"¡Pero el fútbol es para divertirse! Y siempre hay lugar para mejorar. Además, ¡yo te puedo ayudar!" - insistió Sol, dándole ánimo.
Mariana dudó un momento, pero la idea de unirse al fútbol la emocionaba. Finalmente, decidió intentarlo. Cuando se acercó al grupo, su maestra Verónica, que a menudo supervisaba el recreo, las vio y se acercó.
"¿Qué les pasa, chicas?" - preguntó la maestra, con un brillo en sus ojos.
"Mariana quiere jugar al fútbol, pero no está segura de si puede hacerlo, maestra" - dijo Sol.
"Por supuesto que puede, ¡y no hay nada malo en aprender!" - respondió Verónica. "Recuerden que lo importante es divertirse y dar lo mejor de uno mismo. Además, el fútbol es un gran trabajo en equipo. Mariana, ¿por qué no le pedís a Sol que te enseñe un par de trucos?"
Mariana sonrió y sintió que su corazón latía con más fuerza. Aceptó la propuesta y empezó a practicar con Sol. Al principio, le costaba un poco controlar la pelota, pero Sol fue muy paciente y nunca dejó de animarla.
"Mirame, Mariana, primero tenés que mantener los ojos en la pelota y después patearla con el pie más fuerte." - le explicó Sol mientras le mostraba cómo se hacía.
Poco a poco, Mariana fue mejorando. La confianza en ella misma comenzó a crecer y, después de una semana de práctica, se sintió lista para jugar con sus compañeros. Aquél día, mientras el sol brillaba, Mariana tomó coraje y pidió unirse al partido.
"¿Puedo jugar con ustedes?" - preguntó tímidamente.
Los chicos se miraron y respondieron:
"¡Claro! Cuanto más, mejor. Vení, vení!" - gritó uno de ellos, invitándola a unirse al juego.
Mariana, aún un poco nerviosa, se unió, y para sorpresa de todos, empezó a jugar muy bien. Su trabajo en equipo con Sol y los demás fue asombroso. Con cada pase, cada intento de gol, su confianza crecía. Y, en una jugada mágica, Mariana logró hacer su primer gol.
"¡Lo hiciste, Mariana! ¡Qué jugada!" - exclamó Sol, saltando de alegría.
Las risas y los gritos de felicidad llenaron el aire. Hasta la maestra Verónica aplaudía desde un rincón, orgullosa de su alumna.
Sin embargo, en medio de la celebración, un niño en el grupo no dejó de hacer comentarios negativos sobre cómo habían permitido que Mariana jugara.
"¿Por qué la dejaron jugar? No sabe nada de fútbol!" - dijo con desdén.
Mariana se sintió herida por esas palabras, y su sonrisa se desvaneció. Sol rápidamente se acercó a ella.
"No hagas caso, Mariana. ¡Esto es sólo un juego! Lo importante es que lo disfrutamos juntos. ¿Recordás lo que dijo la maestra?"
Mariana respiró hondo y recordó las palabras de Verónica sobre cómo el fútbol era para disfrutarse y aprender. Así que decidió no dejar que un comentario la desanimara.
"Tenés razón, Sol. Fútbol es diversión. Seguiré jugando!" - dijo con una renovada energía.
El juego continuó y, al final del recreo, Mariana se dio cuenta de que había crecido no solo como futbolista, sino también como persona. Supo que lo importante era intentarlo, disfrutar y nunca rendirse.
Cuando el timbre sonó indicando el final del recreo, Mariana y Sol se abrazaron.
"¡Qué día maravilloso!" - dijo Mariana, sintiéndose más segura que nunca.
"Y eso fue sólo el comienzo, porque ahora tenemos un equipo para formar juntos!" - respondió Sol, mientras se encaminaban de regreso a clase, listas para contarles a todos sobre su nueva aventura en el fútbol.
A partir de ese día, Mariana se convirtió en una jugadora regular en los partidos de su clase, y lo más importante, aprendió a creer en sí misma y a nunca dejar de perseguir sus sueños. La maestra Verónica, siempre atenta, continuó apoyándola y la ayudó a incorporar el fútbol en otras actividades escolares, creando un ambiente inclusivo y divertido.
Y así, entre risas y goles, Mariana y sus amigos aprendieron que el trabajo en equipo, la amistad y la superación son las mejores jugadas que se pueden hacer en la vida.
FIN.