El Sueño de Marina



Había una vez en un pueblecito costero de Cádiz, una niña llamada Marina. Desde muy pequeña, Marina siempre había sentido que la música corría por sus venas. Cuando escuchaba el canto de las gaviotas o el suave murmullo de las olas, no podía evitar que su voz se alzara, llenando el aire con dulces melodías.

Un día, mientras jugaba en la playa con su mejor amigo, Tomás, Marina decidió compartir su sueño.

"Tomás, quiero ser cantante. ¡Quiero que el mundo escuche mi voz!" - dijo con los ojos brillantes.

"Eso suena increíble, Marina. Pero, ¿crees que puedes hacerlo?" - preguntó Tomás, con la curiosidad de un niño.

"¡Sí, lo creo! Pero necesitaré practicar mucho. La gente grande dice que soñar es importante, pero también hay que trabajar duro para lograrlo" - respondió Marina con determinación.

Desde ese día, Marina comenzó a practicar todos los días. Por las mañanas, cantaba mientras ayudaba a su mamá en el mercado; por las tardes, se sentaba en la orilla de la playa, dejando que el viento meciiera su voz. Cada vez que terminaba una canción, las gaviotas se acercaban, como si también disfrutaran de su canto.

Un verano, el pueblo organizó un concurso de talentos. Marina vio el anuncio en la plaza y su corazón latió más fuerte que nunca.

"¡Tomás! ¡Este es mi momento!" - exclamó emocionada.

"¡Debes hacerlo, Marina! La gente debe escuchar tu hermosa voz" - la alentó Tomás.

Marina se inscribió en el concurso, pero al mismo tiempo, la inseguridad comenzó a hacer mella en su confianza.

"¿Y si no canto bien? ¿Y si a nadie le gusta?" - se preguntó una noche, preocupada.

En esos momentos de duda, recordaba las palabras de su madre: "El valor está en intentar. No importa si ganas o pierdes, lo importante es que hayas dado todo de ti". Con esas palabras en su mente, decidió seguir adelante.

Finalmente, llegó el día del concurso y el escenario brillaba bajo la luz del sol, lleno de gente a su alrededor. Marina sintió que su estómago se llenaba de mariposas.

"¿Estás lista?" - le preguntó Tomás mientras la animaba desde la primera fila.

"¡Sí, puedo hacerlo!" - le contestó, aunque su voz sonaba un poco temblorosa.

Cuando llegó su turno, Marina respiró hondo. Subió al escenario, sintió el calor del sol en su cara y miró a la multitud. Con una voz clara y llena de emoción, comenzó a cantar. Poco a poco, su miedo se fue desvaneciendo y la música la envolvió. ¡Era como si el mundo entero se silenciara solo para escucharlo!

Al concluir su canción, los aplausos y vítores llenaron el aire. La gente estaba maravillada, y Marina sintió una alegría inmensa.

"¡Lo lograste!" - gritó Tomás, saltando de felicidad.

Esa tarde, el jurado le entregó el primer premio a Marina. Pero lo que más le importaba no era el trofeo, sino el apoyo de sus amigos y la sensación de haber cumplido su sueño.

"Gracias, gracias a todos por escucharme. Cada nota que canté fue un pedacito de mi corazón. Nunca dejen de soñar, porque, si trabajan duro, los sueños se pueden hacer realidad" - les dijo con sinceridad.

Marina decidió usar el trofeo para abrir la primera escuela de canto del pueblo, donde todos los niños y niñas pudieran aprender y expresar sus sueños a través de la música. Ella siempre les recordaba lo importante que era intentarlo, sin temor a fallar.

Y así, Marina no solo cumplió su sueño, sino que también inspiró a muchos más a seguir los suyos, convirtiéndose en una verdadera estrella en su pueblito costero de Cádiz, donde la música nunca dejó de sonar.

FIN.

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