El Sueño de Martina



Martina era una niña de diez años que vivía en un pequeño pueblo donde la música resonaba en cada rincón. Desde muy chica, soñaba con ser cantante, y sus días estaban llenos de melodías que ella misma inventaba. Su mejor amiga, Julieta, siempre la apoyaba en su sueño.

Un día, mientras jugaban en el parque, Martina le confesó a Julieta:

"Quiero cantar en un escenario grande, como los cantantes que veo en la televisión. ¡Sería maravilloso!"

"¡Claro que sí! Creo que tenés una voz increíble. Deberías ir a la competencia de talentos del pueblo", respondió Julieta con emoción.

Martina se sintió un poco nerviosa. Aunque le encantaba cantar, no sabía si se atrevería a presentarse. Aún así, decidió dar el primer paso: practicar. Cuando llegó a casa, se encerró en su habitación y comenzó a cantar. Con cada nota, su voz se volvía más fuerte y segura.

Después de semanas de práctica, llegó el día de la competencia. Pero cuando Martina llegó al lugar, vio a muchos niños que también se habían presentado. Algunos parecían muy seguros de sí mismos, y la expresión de Martina se tornó incierta.

"¿Y si no lo hago bien?", murmuró, un poco asustada.

Julieta, que la acompañaba, le agarró la mano y le dijo:

"Recuerda, lo más importante es que amás lo que hacés. No importa si ganás o perdés. ¡Cantá para disfrutar!"

Con ese consejo en mente, Martina se llenó de valor y se anotó para participar. Cuando subió al escenario, su corazón latía a mil por hora. La audiencia la miraba expectante mientras ella tomaba el micrófono.

De repente, escuchó la música empezar a sonar, y, como si fuera magia, su miedo se disipó. Comenzó a cantar con toda su energía, y su voz resonó en el lugar. Los rostros de los presentes se iluminaron, y poco a poco, algunos comenzaron a mover la cabeza al ritmo de la música.

Cuando terminó, fue recibida con aplausos. Martina sonrió de oreja a oreja, porque aunque no sabía si ganaría, había disfrutado cada instante.

Sin embargo, había más sorpresas. Después de que todos participaron, el jurado otorgó dos premios: uno al mejor cantante y otro a la interpretación más emocionante. Para sorpresa de Martina, ¡ella ganó el segundo premio!"¡Nunca imaginé que podría conseguir algo!", exclamó entre risas, mientras su amiga Julieta la abrazaba.

"Sabía que lo podías hacer, ¡te lo dije! Esto es solo el comienzo", le respondió.

Estaba tan feliz que decidió seguir practicando y participar en más competencias. Pero no solo eso: también quería ayudar a otros niños que soñaban con ser cantantes. Así que, junto con Julieta, organizaron un taller de canto en su escuela.

Las semanas pasaron, y cada vez más chicos se unían al taller. Martina se convirtió en una excelente profesora, enseñando a sus compañeros con entusiasmo y creatividad. Julieta, que también tenía un gran talento para la danza, se ofreció para enseñarles a moverse al ritmo de la música.

Un día, mientras enseñaban, un niño llamado Tomás se acercó un poco tímido y dijo:

"No sé si puedo cantar. No tengo una buena voz como ustedes."

Martina se agachó para estar a su altura y le respondió:

"¡Eso no importa! La música es para todos. Lo más importante es que te diviertas y te expreses. ¿Por qué no probás?"

Tomás dudó pero, tras un amuleto de ánimo por parte de sus compañeros, finalmente decidió intentarlo. Cuando comenzó a cantar, su voz era un poco nerviosa, pero con el apoyo de Martina y Julieta, se sintió más seguro. Así, poco a poco, fue perfeccionando sus notas y descubriendo la alegría de cantar.

Con el paso del tiempo, el taller se convirtió en un lugar donde no solo aprendían a cantar, sino que también hacían amigos y se apoyaban mutuamente. Martina se sentía muy feliz de ver cómo otros niños superaban sus miedos y se unían al mundo de la música.

Finalmente, un año después, decidieron organizar su propio recital. Prepararon un gran espectáculo donde cada niño tendría su momento para brillar. Más de un centenar de papás y amigos asistieron al evento, y el lugar estaba lleno de emoción y risas.

Aquella noche, cuando las luces se apagaron y unos cálculos de notas acordes llenaron la sala, Martina miró a Julieta, y juntas, con la mano en el corazón, supieron que su sueño no solo era cantar, sino también ayudar a otros a alcanzar sus metas.

Así fue como Martina y sus amigos aprendieron que los sueños se logran con valentía, amistad y colaboración, y que la música puede unir a las personas de maneras sorprendentes. Desde entonces, nunca dejaron de soñar y siempre apoyaron a quienes también aspiraban a brillar. Y así, el pequeño pueblo siguió resonando con melodías siempre nuevas, donde cada niño tenía su propio lugar en el escenario de la vida.

FIN.

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