El sueño de Mateo


Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza, un niño llamado Mateo. Mateo tenía tan solo 8 años, pero su vida no era como la de los demás niños de su edad.

Él vivía con su mamá y sus dos hermanitos en una casita humilde cerca del centro del pueblo.

Desde muy temprano por la mañana, Mateo se levantaba con el sol para ayudar a su mamá con las tareas del hogar antes de ir a la escuela. Pero cuando salía de clases, en lugar de jugar con sus amigos o hacer los deberes escolares, Mateo caminaba hasta un taller mecánico donde trabajaba dos horas al día.

El dueño del taller, Don Carlos, conocía la situación de la familia de Mateo y le ofreció trabajo para que pudiera ganar un poco de dinero y así ayudar a su mamá con los gastos diarios.

A pesar de ser tan joven, Mateo se esforzaba al máximo en el taller: limpiaba herramientas, ordenaba piezas y aprendía todo lo que podía sobre autos y motos.

Una tarde, mientras estaba en el taller concentrado en arreglar una bicicleta vieja, escuchó a Don Carlos hablar por teléfono con alguien sobre un concurso de talentos que se llevaría a cabo en el pueblo. El premio era una beca para estudiar en una prestigiosa escuela técnica.

Mateo sintió que esa era su oportunidad para cambiar su vida y la de su familia. Sin dudarlo, se acercó a Don Carlos y le pidió ayuda para prepararse y participar en el concurso. El dueño del taller aceptó encantado y juntos comenzaron a practicar todos los días después del trabajo.

Llegó el día del concurso y Villa Esperanza estaba llena de gente emocionada por ver las actuaciones de los participantes.

Cuando llegó el turno de Mateo, subió al escenario con confianza y demostró todo lo que había aprendido en el taller: armó una moto desarmada frente a todos como si fuera magia. Al finalizar su presentación, el público estalló en aplausos y ovaciones.

El jurado no tuvo dudas al elegirlo como ganador del primer premio: la ansiada beca para estudiar en la escuela técnica. Mateo no podía creerlo; estaba feliz y emocionado por esta nueva oportunidad que se abría ante él gracias a su esfuerzo y dedicación.

Desde ese día, siguió trabajando duro en el taller pero ahora también asistía a clases donde aprendió todo sobre mecánica automotriz. Con el tiempo se convirtió en un excelente mecánico reconocido en todo Villa Esperanza e incluso logró abrir su propio taller junto a Don Carlos.

Nunca olvidó sus raíces ni dejó de ayudar a quienes más lo necesitaban porque sabía que siempre hay esperanza si uno trabaja duro por sus sueños. Y colorín colorado este cuento social ha terminado pero recuerda ¡nunca te rindas!

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