El Sueño de Mateo



Había una vez, en un pequeño barrio de Buenos Aires, un joven llamado Mateo. Mateo vivía con su mamá, Rosa, en un humilde departamento. Su madre trabajaba largas horas en la lavandería del barrio para poder atender sus necesidades. Pese a la falta de recursos, Rosa siempre le decía a Mateo:

"Hijo, si tenés un sueño, nunca dejes de perseguirlo."

Mateo soñaba con ser abogado. Desde chico, le encantaba ayudar a las personas y siempre defendía a sus amigos cuando alguien les hacía bullying. Un día, Mateo fue a una charla sobre la carrera de abogacía en la escuela.

La abogada invitada, la Doctora Laura, habló sobre lo importante que es el derecho y la justicia. Cuando terminó, Mateo se acercó emocionado:

"¡Quiero ser abogado como usted!"

La Doctora Laura sonrió y le dijo:

"Con determinación y esfuerzo, podés lograrlo, pero vas a necesitar estudiar mucho."

Mateo llegó a casa y le contó a su mamá:

"¡Mama, quiero ser abogado!"

"Eso es maravilloso, hijo. Pero aprender va a costar tiempo y mucho esfuerzo."

Mateo tomó el desafío. Se levantaba temprano cada día para estudiar. Aprovechaba los minutos antes de ir a la escuela y cada momento libre que tenía. Sin embargo, las cosas en casa no eran fáciles. A veces, no tenían suficiente dinero para comprar libros. Una tarde, después de las clases, Mateo decidió ir a la biblioteca del barrio. Allí conoció a un hombre mayor llamado Don Luis, quien se ofreció a ayudarle:

"Puedo darte libros de mi biblioteca, chico. Yo también soñaba con ser abogado, pero la vida me llevó por otro camino."

"¡Muchas gracias, Don Luis! Estoy decidido a hacer realidad mi sueño."

A partir de aquel día, Mateo leía todos los días y poco a poco aprendió sobre leyes y justicia. Un día, mientras ayudaba a su mamá en la lavandería, escuchó a una señora discutir con un hombre que le debía dinero por un servicio. El hombre no quería pagarle, y la señora estaba muy angustiada. Mateo se acercó y dijo:

"Señora, no se preocupe. Puedo ayudarla."

La señora lo miró incrédula:

"¿Cómo vas a ayudarme, hijo? Eres solo un niño."

"Voy a hablar con él, dame un minuto."

Mateo se acercó al hombre:

"Es injusto que no le pagues. Si no lo haces, voy a buscar ayuda."

El hombre, sorprendido por la valentía del chico, decidió pagarle a la señora. Cuando Mateo regresó, la señora lo abrazó y le agradeció:

"Eres un verdadero abogado en el corazón."

Poco a poco, la noticia de la valentía y la justicia de Mateo se esparció por el barrio. La gente comenzaba a acudir a él para pedirle consejo. Un día, la Doctora Laura lo vio en acción y se acercó:

"¡Mateo! ¿Estás ayudando a la gente?"

"Sí, Doctora. Solo trato de hacer lo correcto."

"Esto es impresionante. Te ofrezco una beca para que puedas estudiar derecho."

Mateo casi se desmaya de la emoción:

"¡Gracias, Doctora! ¡Es un sueño hecho realidad!"

Con la beca, Mateo empezó a estudiar en la universidad. Trabajaba part-time para ayudar a su mamá, y cada examen lo tomaba como un desafío. A veces se sentía cansado y desanimado, pero siempre se acordaba de las palabras de su mamá:

"Nunca dejes de perseguir tus sueños."

Después de años de esfuerzo y sacrificio, se graduó con honores. En su ceremonia de graduación, su mamá estaba a su lado, emocionada y orgullosa. Hacia el final del evento, Mateo se levantó para hablar:

"Quiero agradecer a todos los que me apoyaron. Este es un logro de todos. Va por ustedes, por todos los que luchan y nunca se rinden."

Después de graduarse, Mateo comenzó su carrera como abogado y se convirtió en uno de los más respetados en su comunidad. No olvidó sus orígenes y decidió ayudar a otros jóvenes de su barrio a alcanzar sus propios sueños. Cada vez que ayudaba a alguien, recordaba las palabras que su madre le había dicho:

"Hijo, si tenés un sueño, nunca dejes de perseguirlo."

Y así, Mateo se volvió un gran abogado, pero más importante aún, un gran ser humano que inspiró a muchos a seguir sus sueños también.

FIN.

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