El Sueño de Mateo
Mateo era un niño de diez años que vivía en un pequeño barrio de Buenos Aires. Desde muy pequeño, lo único que soñaba era ser un futbolista profesional. Todos los días, después de la escuela, corría al parque con su balón, donde potenciaba su talento practicando regateos y tiros al arco.
Una tarde, mientras Mateo dominaba el balón, se acercó su amigo Tomás.
"¿Qué hacés, Mateo?"
"Estoy practicando para ser futbolista profesional. ¿Te gustaría unirte a mí?"
"Claro, pero primero tengo que terminar mis deberes de matemáticas".
Mateo siempre tenía en mente un sueño, pero sabía que para alcanzar metas grandes necesitaba trabajar duro. A menudo escuchaba a su abuela decir:
"Los sueños no se cumplen solos, hijo. Debés lucharlos como en el fútbol".
Mateo le sonreía y le prometía que un día haría que se sintiera orgullosa.
Un día, en el parque, se presentó un cazatalentos llamado Don Carlos.
"¡Hola, chicos! Estoy buscando nuevos talentos para un equipo local. ¿A alguno de ustedes le interesa?"
Los ojos de Mateo brillaron como estrellas.
"¡Yo quiero!"
"¡Yo también!" gritó Tomás, pero su entusiasmo en el fútbol no era tan grande como el de Mateo.
Don Carlos observó cómo Mateo jugaba y se impresionó con su habilidad.
"Eres muy talentoso, Mateo. ¿Te gustaría venir a prueba con el equipo?"
Mateo no podía creerlo, era su oportunidad dorada.
"¡Sí, por favor! ¡No voy a defraudarlo!"
"Recuerda, la constancia es la clave" le dijo Don Carlos mientras se alejaba.
A partir de ese día, Mateo se dedicó por completo a su sueño. Entrenaba en el parque, corría en las mañanas y hacía ejercicios en casa. Sin embargo, un giro inesperado ocurrió: una noche antes de su prueba, se torció el tobillo mientras jugaba.
"¡Ay, no! ¿Cómo voy a probarme ahora?" se lamentó.
Su abuela, al verlo anguistiado, le dijo:
"Un gran jugador sabe encontrar el camino, incluso en las dificultades. Este es solo un obstáculo, Mateo. Puedes superarlo".
Mateo decidió aprender a rehabilitarse. Hizo ejercicios suaves y se tomó una semana para recuperarse. Cuando se sintió listo, se presentó en la prueba. A pesar de que no había jugado como él quería, Don Carlos notó su determinación.
"Siento que hay algo especial en ti, Mateo, y aunque no diste tu mejor versión hoy, quiero que entrenes con nosotros".
Mateo estaba eufórico. Al comenzar los entrenamientos, conoció a otros chicos como él, con sus mismas ganas de alcanzar sus sueños.
"¿Qué les gustaría lograr?" preguntó Mateo en su primer día.
"Quiero ser el goleador del equipo" contestó un chico llamado Lucas.
"Yo deseo jugar en la selección mayor" dijo Valentina.
Así, cada uno tenía su objetivo y juntos se esforzaban. Pero no todo era fácil. Unos días más tarde, el equipo sufrió una dura derrota en su primer partido.
"Perdimos porque no jugamos como equipo" dijo Mateo tras el partido.
"Tal vez debería enfocarme sólo en mis goles" se lamentó Lucas.
"No, somos un equipo. Debemos apoyarnos entre todos" insistió Valentina, recordando el consejo de Mateo.
Poco a poco, comenzaron a practicar juntos, se ayudaban con los errores y celebraban las victorias. Un mes después, tenían la oportunidad de participar en un torneo escolar.
"Este es nuestro momento de brillar frente a todos" les dijo el entrenador.
El día del torneo, todos estaban nerviosos, pero Mateo utilizó esa ansiedad como energía.
"Es solo un juego, vamos a disfrutarlo juntos" les dijo, justo antes de entrar al campo.
El partido fue muy parejo, pero, cuando el reloj marcaba el último minuto, el balón llegó a los pies de Mateo. Corrió hacia el arco, recuerdo las palabras de su abuela y, en lugar de pensar solo en él, decidió pasar el balón a Lucas, quien anotó el gol de la victoria.
"¡Goooool!" gritaron todos, abrazándose en una hermosa celebración.
Después del partido, Don Carlos se acercó.
"Estoy muy orgulloso de ustedes por cómo jugaron. Este es el espíritu de un verdadero equipo".
Mateo sonreía, muy feliz por su logro, pero también por haber aprendido el valor de la amistad y el trabajo en equipo. Aquella noche, entre risas y abrazos con sus nuevos amigos, supo que su sueño, aunque aún distante, estaba un paso más cerca de hacerse realidad.
Y así, Mateo continuó su camino, siempre recordando que el verdadero éxito no es solo ser un gran futbolista, sino también un buen amigo y compañero.
FIN.