El Sueño de Mateo
En un pequeño pueblo de Chile, vivía un niño llamado Mateo. Desde que tenía uso de razón, había sentido una profunda pasión por el arte. Le encantaba dibujar y pintar en su cuaderno, llenándolo de colores, formas y paisajes que imaginaba. Sin embargo, Mateo provenía de una familia de escasos recursos y su sueño de ser artista no era bien visto por los adultos de su entorno.
Una tarde, mientras dibujaba en un parque, se acercó su amigo Lucas.
"¿Por qué pasas tanto tiempo dibujando, Mateo?" - le preguntó Lucas, tan curioso como siempre.
"Porque quiero ser artista, quiero mostrarle al mundo mis dibujos" - respondió Mateo con una sonrisa.
"Pero eso no es un trabajo de verdad, ¿no?" - Lucas frunció el ceño.
Mateo sintió una punzada en el corazón. Sabiendo que su sueño era objeto de burla y escepticismo, intentó no desanimarse. Sin embargo, cada comentario fue como una gota de agua sobre su entusiasmo, haciéndolo dudar cada vez más.
Un día, mientras caminaba por el mercado, se encontró con un anciano pintor llamado Don Julián, que vendía sus cuadros en una esquina. Mateo observó maravillado cómo el hombre daba vida a un lienzo con solo un par de pinceladas.
"Nunca dejes de soñar, pequeño" - le dijo Don Julián al notar la fascinación de Mateo. "El arte es magia y tú tienes ese poder dentro tuyo."
Mateo se sonrojó y sonrió, sintiendo que las palabras del anciano eran un rayo de esperanza en su pecho.
"¿De verdad cree que puedo ser artista?" - preguntó.
"Por supuesto. Todo gran artista comenzó con un sueño. Te invito a que vengas a mi taller, puedo enseñarte algunas técnicas" - dijo Don Julián.
Agradecido, Mateo lo visitó cada semana. Aprendió a mezclar colores, a jugar con la luz y a pintar con técnicas que nunca había visto antes. Poco a poco, su confianza creció y sus habilidades también. Sin embargo, ahora se enfrentaba a otro desafío: el desánimo de su familia y amigos.
"Mateo, deberías dejar de perder el tiempo. Tienes que ayudar en casa" - le decía su madre, preocupada por las cuentas.
"Pero mamá, esto es lo que quiero hacer, lo que amo" - respondió Mateo, luchando por hacerle entender.
Cada vez que sentía que iba a rendirse, se acordaba de las palabras de Don Julián. Él nunca dejó de alentar a Mateo y le decía que el verdadero éxito era seguir la pasión, no el estatus social o el dinero. Con esa mentalidad, Mateo decidió hacer una exposición en el parque, donde la gente podría ver sus pinturas.
La mañana de la exposición llegó. Mateo estaba nervioso, su corazón latía con fuerza. Menospreciado por muchos, temía que nadie viniera a verlo. Se armó de valor y empezó a colgar su obra. Pronto, familias, chicos y adultos comenzaron a acercarse. La gente quedó maravillada por su talento. Uno a uno, compartieron elogios.
"¡Es impresionante!" - decía una niña con los ojos brillantes.
"Nunca había visto algo así. ¡Sigue adelante!" - aseguró un anciano que había pasado.
Al final del día, un crítico de arte local se acercó a Mateo.
"Muchacho, tienes un talento excepcional. Quiero ofrecerte la oportunidad de exhibir tus obras en una galería de Santiago" - le dijo.
Mateo no podía creerlo. Este era el momento que había soñado. Con lágrimas de alegría en los ojos, le dio las gracias.
Con el apoyo de Don Julián, su familia y los nuevos amigos que había hecho, Mateo logró realizar su primera exposición en la galería. Con cada pintura vendida, se adentraba más en el mundo del arte.
Con el tiempo, Mateo no solo logró convertirse en un reconocido artista, sino que también abrió un centro de arte en su pueblo donde enseñaba a niños de bajos recursos a pintar y a soñar.
"Nunca dejen que nadie les diga que no pueden lograr lo que desean. La pasión y el trabajo duro son lo que realmente cuentan" - les decía.
Así, el niño que una vez soñó, se convirtió en el artista que inspiró a muchos a seguir sus sueños, sin importar las adversidades.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.