El Sueño de Máximo
Era una mañana radiante en la ciudad de La Plata. Máximo, un niño de diez años, se despertó emocionado. En su silla de ruedas junto a la ventana, tenía una foto colgada de su héroe: el famoso piloto de carreras, Franco. Desde que era muy pequeño, Máximo soñaba con ser como él, pero no solo por la velocidad, sino por el valor y la alegría que Franco siempre mostraba en la pista.
En el patio de su casa, sus abuelos lo observaban. Su abuela, con una sonrisa de orgullo, le decía mientras le acomodaba la gorra que su abuelo había usado en sus años jóvenes: "Vos vas a ser un gran piloto, hijo. Solo tenés que creer en vos mismo."
El abuelo, que había sido piloto de motociclismo en su juventud, añadía: "No importa que no puedas correr de la manera que querés. Lo importante es que sepas disfrutar el viaje. "
Máximo lleno de energía, recordaba las palabras de su profesor de educación física, un hombre muy exigente que siempre decía: "La disciplina es clave para alcanzar tus sueños, Máximo. Tenés que trabajar duro y nunca rendirte."
Además, cada sábado tenía una cita obligada: el taller de pintura en el que sus amigos hacían enormes murales. A Máximo le encantaba pintar autos de carrera, y lo hacía con zapatillas de goma que sus abuelos le habían regalado para que pudiera jugar cómodamente mientras se movía en su silla. "Quiero pintar un auto de carrera que sea el más rápido del mundo", se decía a sí mismo.
Era un desafío, pero Máximo estaba decidido.
Una tarde, mientras pintaba en el taller, se le ocurrió la brillante idea de organizar una carrera de autos de cartón entre sus amigos. "¡Chicos, hagamos una carrera! El ganador podrá participar en el gran evento de la ciudad, y hasta ganará una medalla. ¡Vamos!"
Todos se emocionaron y empezaron a trabajar en sus autos. Con pegamento, tijeras y mucha creatividad, comenzaron a armar sus vehículos. Era un verdadero espectáculo ver todos esos autos coloridos tomando forma.
Sin embargo, a medida que se acercaba la fecha de la carrera, algunos niños empezaron a dudar "Máximo, tu silla de ruedas no te permitirá ganar. ¿Por qué no te quedas en casa?" - le dijeron.
Pero en lugar de desanimarse, Máximo se acordó de sus abuelos y sus palabras de aliento. Inspirado, sonrió y les contestó: - ''¡Verán que puedo!
FIN.