El Sueño de Michu



Había una vez en un pequeño pueblo, un gato llamado Michu. Era un gato común y corriente, con pelaje negro y unos ojos verdes que brillaban como esmeraldas. Pero lo que más llamaba la atención de Michu era su gran sueño: quería ser un león. ¡Sí, un león!

Una tranquila mañana, mientras Michu dormía al sol, una mariposa se posó sobre su nariz. Al abrir los ojos, el pequeño gato exclamó:

- ¡Oh, mariposa! Estoy cansado de ser un gato. Quiero ser un león. ¡Quiero ser fuerte y valiente!

La mariposa, que era un poco picarona, le respondió:

- Pero, Michu, ¡si sos un gato adorable! ¿Por qué querrías ser un león?

- Porque los leones son los reyes de la selva. Son grandes y majestuosos. Todos los respetan y temen -dijo Michu, inflando su pecho.

La mariposa rió suavemente y lo miró con ternura.

- ¿Sabes? Ser un león también trae muchas responsabilidades. No solo es cuestión de ser grande y fuerte.

A medida que la mariposa hablaba, a Michu se le fue pasando la emoción. En su mente, el león era perfecto. Pero decidió que quería saber más, así que acto seguido le preguntó:

- Entonces, ¿qué se necesita para ser un león?

La mariposa sonrió y dijo:

- Busca a la Tortuga Sabia. Ella conoce todos los secretos de la selva. Pero ten cuidado, la selva es un lugar misterioso.

Con una mezcla de emoción y nerviosismo, Michu se despidió de la mariposa y se embarcó en su aventura hacia la selva. En el camino, se encontró con un grupo de patos nadando en un estanque.

- ¡Hola, Michu! -gritaron los patos-, ¿a dónde vas?

- Voy a la selva a aprender a ser un león -respondió Michu con orgullo.

Los patos se rieron y uno de ellos dijo:

- ¡Pero sos un gato! No podés ser un león.

- Claro que puedo. Solo tengo que encontrar a la Tortuga Sabia -contestó Michu, sintiéndose un poco cuestionado. Pero así y todo, siguió su camino.

Finalmente, después de caminar un buen rato, llegó a la selva. Allí, entre los árboles, vio a la Tortuga Sabia, que parecía muy ocupada recolectando hojas.

- Hola, Tortuga Sabia -saludó Michu con voz temblorosa-, vengo a pedirte ayuda. ¡Quiero ser un león!

La Tortuga, que era muy sabia, lo miró detenidamente y le dijo:

- Michu, ser un león no significa simplemente tener fuerza o ser grande. Un león es valiente, pero también es un líder y cuida de su manada. ¿Tú crees que podrías hacer eso?

- Uh... no lo sé -respondió el gato, sintiendo que la idea de ser león no era tan sencilla como parecía.

- Para ser valiente, debes aprender a ser tú mismo. Acepta tus fortalezas como gato y verás que también puedes ser un líder.

Michu se sintió confundido. “¿Aceptar mis fortalezas? Pero, ¿cuáles son? ”, se preguntó.

- ¿Qué hago? -preguntó a la Tortuga.

- Primero, mira a tu alrededor. Encontrarás tus verdaderas fortalezas en las cosas que amas hacer -respondió la Tortuga, sabiendo que el gato necesitaba reflexionar.

Después de pensarlo, Michu se dio cuenta de que, aunque no era un león, sí tenía sus propias cualidades. Era ágil, juguetón y tenía un gran sentido de la curiosidad. Con cada paso que daba, aprendía algo nuevo sobre sí mismo.

Decidió volver al pueblo. En el camino se encontró nuevamente con los patos, que al verlo le dijeron:

- ¿Y, Michu? ¿Ya sos un león?

Con una sonrisa, Michu contestó:

- No, pero descubrí que puedo ser el mejor gato que puedo ser. Ser un león no es solo tener fuerza, ¡también es ser valiente al ser quien soy!

Los patos aplaudieron y uno de ellos dijo:

- ¡Eso es! Ser uno mismo es lo más importante.

Al llegar al pueblo, Michu se sintió más feliz que nunca. Había aprendido a aceptar que ser un gato no era malo. Era un gran gato, lleno de energía y amor.

- ¡Hoy seré el rey de mi propio mundo! -dijo Michu, mientras saltaba de felicidad.

Y a partir de ese día, apreció todo lo que era y dejó de soñar con ser un león. Aprendió que lo importante no era ser el más grande o el más fuerte, sino encontrar la grandeza en ser uno mismo.

Colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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