El Sueño de Ñoño el Pequeño
En un hermoso pueblo llamado Ñandutí, vivía un pequeño niño llamado Ñoño. Su sueño más grande era volar por el cielo y conocer lugares lejanos, donde la nieve brillaba y las montañas eran gigantescas.
Una tarde, mientras jugaba en el jardín de su abuela, encontró una extraña botella detrás del ñandú de cerámica que ella tenía. Al abrirla, un destello de luz iluminó el día y apareció una hada diminuta llamada Añañuca.
"Hola, Ñoño. Soy Añañuca, el hada de los sueños. ¿Qué te gustaría soñar esta noche?" - preguntó la hada, revoloteando a su alrededor con destellos de colores.
"Quiero volar y conocer el mundo, aunque es un sueño muy grande" - respondió Ñoño con incertidumbre.
"No te preocupes, con un poco de magia, tu sueño se hará realidad" - dijo Añañuca y, con un movimiento de su varita, el jardín se llenó de luces brillantes y melodías encantadoras.
Esa noche, Ñoño se acurrucó en su cama y sintió un cosquilleo en el estómago. Al cerrar los ojos, fue transportado a un lugar lleno de ñandúes que danzaban en círculos. Todo que lo rodeaba era maravilloso.
"¡Ñoño, ven a volar con nosotros!" - gritaron los ñandúes animados.
¿Sería cierto que él podría volar?
Con un pequeño salto, se sintió liviano como una pluma. Alzando los brazos, comenzó a planear por el cielo radiante. El aire fresco lo acariciaba mientras sobrevolaba paisajes cubiertos de nieve, montañas altísimas y ríos que brillaban como el añil.
De repente, mientras jugaba entre las nubes, se encontró con una enorme serpiente de colores brillantes que le bloqueaba el camino.
"¡Detente, pequeño soñador!" - siseó la serpiente "No podrás pasar sin antes resolver mi enigma."
"¿Qué enigma?" - preguntó Ñoño, algo asustado pero decidido.
"En un bosque de sueños, busco al más pequeño de los animales. Si lo encuentras, te dejaré volar. ¿Quién es?"
Sintiendo una mezcla de angustia y emoción, Ñoño reflexionó. Había muchos animales pequeños, pero recordó lo que su abuela le decía sobre el espíritu del viento, que a veces era un pequeño pajarito llamado piu-piu.
"Creo que sé quién es, es el piu-piu, un pequeño pájaro que canta canciones de alegría" - respondió Ñoño con firmeza.
"¡Correcto!" - dijo la serpiente y, al instante, se apartó del camino. "Adelante, vuela y sé feliz."
Ñoño agradeció a la serpiente y continuó su viaje. Voló alto, dejando atrás las nubes y disfrutó del paisaje. Vio mares de pañuelos de colores ondeando al viento, y en un rincón lejano, una montaña que parecía una enorme piña.
Al final de su aventura, se encontró con un grupo de niños que también estaban soñando. Estaban rodeados de luces brillantes y alegría.
"¿Cómo llegaste aquí?" - preguntó una niña con una sonrisa radiante.
"Sueños, ¡y magia!" - respondió Ñoño, explicando su viaje a la montaña piña y su encuentro con Añañuca.
"¿Qué hacemos ahora?" - preguntó un niño curioso.
"Podemos crear un mundo nuevo con nuestros sueños. ¡Tomen nuestras manos y soñemos juntos!" - propuso Ñoño.
Y así, los niños, con sus corazones llenos de esperanza y alegría, comenzaron a compartir sus sueños. Había sueños de mariposas que bailaban, de ríos que hablaban, y de ciudades donde todos eran amigos. Cada sueño era una chispa que iluminaba el cielo de colores y melodías.
El tiempo pasó rápido y, poco a poco, Ñoño sintió que despertaba. Abrió los ojos en su cama, con una sonrisa de oreja a oreja. Aunque había vuelto a la realidad, su corazón llevaba consigo la magia de aquella noche.
Desde ese día, Ñoño comprendió que soñar era sólo el comienzo y que, al compartir sus sueños con los demás, podía crear un mundo lleno de alegría.
Con ese pensamiento, miró al cielo y sonrió.
"Quizás hoy sea un buen día para soñar de nuevo" - murmuró, mientras se preparaba para una nueva aventura llena de sueños.
Y así, Ñoño siguió soñando, porque ahora sabía que cada sueño podría volverse realidad si uno se atrevía a creer y a compartirlo con quienes lo rodeaban.
Y aquella pequeña botella y el hada Añañuca siempre estarían en su memoria, recordándole que el poder de los sueños podía cambiar el mundo.
Fin.
FIN.