El Sueño de Pablo y Su Barrilete



Había una vez un niño llamado Pablo que vivía en un pequeño pueblo. A Pablo le encantaba pasar horas observando cómo volaban los barriletes en el cielo. Un día, mientras paseaba por el parque, vio a un grupo de niños volando sus barriletes de colores.

"¡Mirá cómo vuela el mío!" - dijo Sofía, una niña de su escuela, con una gran sonrisa.

Pablo se acercó y, un poco tímido, les preguntó:

"¿Puedo volar uno también?"

"¡Claro, ven a jugar!" - respondió un niño llamado Tomás.

Pablo se sintió emocionado, pero al mismo tiempo triste; no tenía su propio barrilete. Esa noche, en su casa, decidió que haría uno. Su mamá le dio un poco de papel de colores y algunos palitos de madera que tenía en el garaje.

Al día siguiente, Pablo comenzó a construir su barrilete. Con ayuda de su papá, unió los palitos y le puso el papel de colores. Después de varias horas de trabajo, finalmente lo terminó.

"¡Mirá mamá, ya tengo mi barrilete!" - gritó Pablo con alegría.

"¡Es hermoso, Pablo! Estoy segura de que volará muy alto" - respondió su mamá.

El sábado llegó y Pablo salió corriendo hacia el parque con su barrilete en mano. Allí ya estaban todos sus amigos listos para volar.

"¡Pablo, qué lindo barrilete!" - exclamó Sofía.

Pablo, llenándose de orgullo, dijo:

"Gracias, lo hice yo!"

Pero al intentar despegarlo, el barrilete se atascó en un arbusto. Pablo se sintió frustrado y comenzó a dudar de sí mismo.

"No voy a poder volarlo..." - murmuró.

Tomás, al verlo triste, se acercó y le dijo:

"No te preocupes, a veces los barriletes se enredan. Intentémoslo juntos."

Todos se unieron para ayudar a Pablo a liberar su barrilete. Después de unos minutos de esfuerzo, finalmente lo soltaron.

"¡Ahora sí, a volar!" - gritó Pablo con emoción.

Pablo corrió y, al soltar el hilo, su barrilete voló alto en el cielo. Todos aplaudieron y gritaron de alegría.

"¡Lo lograste, Pablo! ¡Mirá qué alto está!" - dijeron sus amigos.

Pablo sentía que su corazón latía con fuerza al ver cómo su barrilete danzaba entre las nubes. Pero, de repente, una ráfaga de viento comenzó a soplar. El barrilete se movió bruscamente y comenzó a girar en círculos.

"¡Oh no! ¡No puedo controlarlo!" - gritó Pablo asustado.

"No dejes de sostener el hilo, Pablo. ¡Tienes que equilibrarlo!" - le gritó Sofía.

Pablo, recordando las palabras de su amiga, tomó un profundo respiro y se concentró. Comenzó a ajustar la tensión del hilo y, poco a poco, su barrilete volvió a alinearse.

"¡Lo estoy haciendo!" - exclamó Pablo con asombro.

Finalmente, el barrilete se estabilizó y comenzó a elevarse más alto que nunca. Todos los niños lo miraron con admiración. El sol brillaba y el barrilete de Pablo parecía tocar el cielo.

"¡Sos un gran piloto de barriletes!" - le dijo Tomás, dándole una palmada en la espalda.

Esa tarde, Pablo aprendió que no importa cuántos obstáculos aparezcan, lo importante es no rendirse. Se dio cuenta de que, con la ayuda de sus amigos, podía lograr todo lo que se propusiera.

Desde ese día, Pablo no solo voló su barrilete, también enseñó a otros niños a hacer y volar los suyos. Juntos pasaron horas en el parque, riendo y compartiendo. Y cada vez que veían barriletes danzando en el cielo, sonreían sabiendo que, al igual que sus barriletes, sus sueños también podían volar alto.

Y así, Pablo no solo hizo un barrilete, sino que también construyó la confianza en sí mismo y la amistad con sus compañeros.

FIN.

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