El sueño de Paticio y Renata


Había una vez un patio feo llamado Paticio, que a pesar de ser gris y descuidado, tenía un gran sueño: quería aprender a nadar en la pequeña pileta abandonada que había en un rincón.

Todos los demás patios se burlaban de él y le decían que era imposible, que un patio no podía nadar. Pero Paticio no se daba por vencido, sabía que si lo intentaba con todas sus fuerzas, podría lograrlo.

Un día, mientras Paticio estaba observando la pileta con anhelo, escuchó una vocecita proveniente del agua. Era una ranita llamada Renata, quien había estado escuchando los deseos del patio feo.

"-Hola Paticio, yo puedo enseñarte a nadar si estás dispuesto a esforzarte y creer en ti mismo", dijo la ranita con entusiasmo. Paticio saltó de alegría y aceptó emocionado la oferta de Renata.

Desde ese día, todos los días después de la escuela, Paticio se sumergía en el agua junto a su nueva amiga para practicar. Al principio fue difícil, el agua le pesaba mucho y sentía miedo de ahogarse. Pero con paciencia y dedicación, poco a poco fue aprendiendo a mover sus baldosas como si fueran brazos y piernas.

Las semanas pasaron y Paticio mejoraba cada vez más. Sus colores empezaron a brillar con fuerza y su aspecto cambió por completo gracias al ejercicio diario en el agua.

Los demás patios no podían creer lo que veían y comenzaron a acercarse para observarlo nadar con admiración. Un día llegó el tan esperado Concurso Anual de Natación entre patios vecinos. Todos estaban ansiosos por ver si Paticio se atrevería a participar.

Cuando llegó su turno, el público contuvo la respiración mientras Paticio se lanzaba al agua con determinación. "-¡Vamos Paticio! ¡Tú puedes hacerlo!", animaba Renata desde la orilla.

El patio feo hizo caso omiso al murmullo de incredulidad de algunos asistentes e inició su recorrido estilo libre con movimientos elegantes y seguros. Al llegar a la meta en primer lugar, todos estallaron en aplausos y vítores.

Paticio salió del agua radiante de felicidad y orgullo por haber demostrado que los sueños pueden hacerse realidad si uno trabaja duro para alcanzarlos.

Desde ese día, Paticio se convirtió en un ejemplo para todos los patios vecinos, quienes aprendieron que no importa cómo luzcas por fuera o lo que digan los demás; lo importante es creer en uno mismo y nunca rendirse ante las adversidades. Y así fue como el patio feo que le gustaba nadar demostró que incluso los sueños más insólitos pueden convertirse en maravillosas realidades cuando se tiene valentía y perseverancia.

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