El Sueño de Quito
Érase una vez, en las tierras altas de lo que hoy conocemos como Ecuador, un grupo de personas que soñaban con construir una ciudad magnífica. Entre ellos se encontraba Sebastián de Benalcázar, un valiente aventurero español que había llegado a América en busca de nuevas tierras y aventuras.
Un día, mientras él y su grupo recorrían los valles andinos, se encontraron con una aldea indígena y decidieron parar para descansar. Allí conocieron a una niña llamada Inti, quien, con su brillo en los ojos, les pidió que compartieran historias de sus travesuras.
"Hola, viajeros. ¿De dónde vienen?" - preguntó Inti.
"Venimos de tierras lejanas. Estamos buscando un lugar para fundar una ciudad, algo grandioso" - respondió Sebastián.
Inti sonrió y dijo:
"¡Nos encantaría ayudarlos! Aquí en nuestra tierra hay mucho que ofrecer. Pero los grandes edificios que sueñan no pueden ser solos construidos por ustedes".
Intrigado, Sebastián le preguntó:
"¿Por qué dices eso, Inti?"
"Porque nosotros conocemos esta tierra. Sabemos dónde están los ríos, las montañas y los mejores lugares para construir. Si unimos fuerzas, podríamos hacer algo increíble" - exclamó ella con entusiasmo.
Sebastián, con su corazón lleno de esperanza, aceptó la propuesta. Así, los españoles y los indígenas comenzaron a trabajar juntos. Mientras tanto, Sebastián se asombraba con las tradiciones y conocimientos de los indígenas sobre la arquitectura.
"¿Cómo construyen sus casas tan resistentes?" - preguntó Sebastián, viendo las llamativas edificaciones.
"Usamos piedra, tierra y sabemos cómo hacerlas en armonía con la naturaleza" - explicó Inti mientras señalaba las casas de su aldea.
Cada día, Sebastián visitaba la aldea, y poco a poco los dos grupos se escuchaban mutuamente. Un día, Inti llevó a Sebastián a la cima de una montaña.
"Desde aquí, se ve toda la tierra. Imagínate una ciudad con calles llenas de vida, plazas y mercados donde todos vendan y compren lo que ellos mismos producen" - dijo Inti emocionada.
Sebastián pensó y respondió:
"Sí, ¡eso suena fantástico! Yo veo que aquí podríamos construir una gran plaza en el centro. En la plaza, podríamos hacer un hermoso parque con árboles y flores".
Los dos soñadores empezaron a trazar planes, cuando de repente, una fuerte tormenta se desató. Los vientos arrastraban todo y el cielo se oscureció rápidamente. Sebastián miró a sus compañeros y vio preocupación en sus rostros. Sin embargo, Inti sabía que juntos podían superar esto.
"¡No se preocupen! Si nos unimos y trabajamos en grupo, podremos construir refugios para resguardarnos" - dijo Inti, tomando la iniciativa.
Bajo la lluvia, todos unieron sus fuerzas. Hombres, mujeres y niños, indígenas y españoles, colaboraron. Mirando hacia el cielo, Sebastián se dio cuenta de que habían creado un lazo inquebrantable entre todos ellos. La tormenta pasó, pero lo que quedó fue un fuerte vínculo de amistad.
Con el tiempo, la nueva ciudad que fue bautizada como Quito comenzó a tomar forma. Inspirándose en las técnicas indígenas, Sebastián y su grupo construyeron espléndidos edificios de piedra, con balcones que relucían bajo el sol andino, y plazas donde todos podían reunirse.
"¡Miren lo que hemos logrado juntos!" - exclamó Sebastián admirando la plaza llena de gente.
Inti sonrió, feliz de ver cómo sus sueños se habían hecho realidad. "Este es sólo el inicio. Si seguimos trabajando juntos, no hay límites para lo que podemos lograr".
Así, la ciudad de Quito se convirtió en un hermoso lugar donde dos culturas se fusionaron, creando tradiciones que se honraban mutuamente y llenando la historia de la ciudad con una rica diversidad.
Con el paso del tiempo, Sebastián e Inti y todos los habitantes de Quito continuaron en su camino, siempre recordando que, aunque eran diferentes, juntos podían soñar en grande y construir un futuro brillante que homenajearía su historia y unión.
Y así, todos los años, celebran el “Día de la Amistad”, recordando la unión de sus pueblos y el bello Quito que juntos edificaron.
Fin.
FIN.