El Sueño de Ratico



Había una vez, en un pequeño rincón del bosque, un ratón llamado Ratico. Ratico era un ratón curioso, siempre dispuesto a explorar y descubrir cosas nuevas. Pero había un sueño que lo acompañaba cada día: ¡quería volar!

Un día, mientras paseaba por el claro, Ratico se encontró con una mariposa que danzaba alegremente.

"¡Hola! Soy Lila, la mariposa. ¿Por qué estás tan pensativo?" - preguntó la mariposa con su dulce voz.

"Hola, Lila. Estoy soñando con volar como tú. Quisiera sentir el viento en mi carita y ver el mundo desde lo alto" - respondió Ratico con un brillo en sus ojos.

"Todos pueden volar de alguna forma. ¿Por qué no me cuentas cómo imaginas que sería volar?" - sugirió Lila, animada.

Ratico se iluminó y empezó a describir su sueño:

"Me imagino surcando los cielos, jugando entre las nubes y mirando el bosque desde arriba. ¡Sería tan emocionante!" - dijo con entusiasmo.

"Entonces, ¡vamos a hacerlo realidad!" - exclamó Lila.

Ratico se emocionó mucho, pero tenía dudas.

"¿Cómo podría volar? ¡Soy solo un ratón!" - se lamentó.

"Dejame pensar... Podemos hacerte unas alas de papel. Será nuestra primera prueba" - propuso Lila.

Entusiasmado, Ratico empezó a juntar hojas secas y ramas pequeñas, y Lila, con sus delicadas alas, comenzó a enseñar a Ratico cómo hacer unas alas simples. Tras mucho esfuerzo, al fin las terminaron.

"¡Listo!" - gritó Ratico, y se ajustó las alas de papel en su espalda.

"Ahora subí a ese tronco alto y listate para probar, Ratico" - dijo Lila, señalando un gran tronco.

Con el corazón latiendo fuerte, Ratico trepó con cuidado hasta la cima.

"Aquí voy..." - murmuró mientras miraba hacia abajo.

Se lanzó, pero apenas unas pocas zancadas al aire, sus alas de papel se deshicieron y cayó suavemente en un arbusto.

"¡Ay!" - gritó Ratico, con un poco de dolor en su trasero. "No funcionó…"

"No te desanimes, Ratico. Caer es parte de aprender. Además, lo intentaste, ¡eso es lo que cuenta!" - consoló Lila.

Ratico se sentó un rato, pensando en lo que había pasado. Aprendió que volar no era tan fácil como parecía, pero no iba a rendirse.

"Quizás necesito más que solo alas de papel. Debo ser más creativo" - reflexionó. Entonces tuvo una idea brillante.

"¿Y si encontramos otras cosas que me ayuden a volar?" - sugirió Ratico, su entusiasmo renaciendo.

Juntos, comenzaron a buscar materiales entre las hojas y los objetos que encontraban en el bosque. Se les ocurrió hacer una especie de avión de papel con muchas hojas unidas. Ratico estaba emocionado.

"¡Esto tiene que funcionar!" - sonrió mientras construían su máquina de vuelo.

Después de horas de trabajo y risas, completaron un colorido aparato que parecía una gran mariposa. Ratico lo observó con admiración.

"¡Esto es increíble!" - exclamó. "Este es mi momento. ¡Voy a volar!"

Subió nuevamente al tronco, revisando que su inventor no tuviera errores. Con mucha concentración, se posicionó sobre su avión de papel. Lila lo observaba desde lejos con una gran sonrisa.

"Recuerda, Ratico, el viento está a tu favor. Confía en ti mismo" - lo alentó.

Entonces, se lanzó una vez más. Para su sorpresa, el aparato cortó el aire y se deslizó. ¡Estaba volando! Volvió a reírse y gritar de felicidad. Sin embargo, a medida que ascendía, el viento comenzó a soplar fuerte y el avión empezó a tambalearse.

"¡Oh, no!" - gritó Ratico, asustado mientras veía que su invento se descontrolaba.

A medida que se acercaba el suelo, repentinamente se acordó de lo que Lila había dicho sobre aprender de los errores. Se enfocó en controlar su vuelo y, con un último esfuerzo, logró aterrizar en una suave colina.

"¡Lo hice!" - se emocionó, girando en círculos.

Lila voló hacia él, aplaudiendo.

"¡Ves, Ratico! Has volado, aun con el viento en contra. Pero, más que volar, aprendiste a adaptarte."

"Sí, y lo más importante, nunca me rendí. ¡Voy a seguir intentando! ¡Quizás algún día haga un vuelo más largo!" - dijo con determinación.

A partir de ese momento, Ratico no solo soñó, sino que también siguió diseñando más inventos que lo acercaban a volar más alto y más lejos. Aprendió que el verdadero vuelo no era solo un acto físico, sino la forma en que se enfrentaba a los desafíos y no se rendía.

Y así, aunque nunca se convirtió en una mariposa, Ratico demostró que los sueños son alcanzables si se está dispuesto a esforzarse y aprender de cada caída.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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