El Sueño de Robi el Roble



En un hermoso jardín lleno de flores de mil colores y árboles de diferentes tamaños, vivía un pequeño roble llamado Robi. Robi era un árbol con un tronco delgado y unas pocas ramas que apenas comenzaban a crecer. A pesar de su diminuto tamaño, held haɗá un gran sueño: quería ser el árbol más alto y fuerte del jardín.

"¡Alguna vez seré tan alto como aquel pino!" - decía Robi, mirando con admiración a un robusto pino que se alzaba en el centro del jardín.

Pero Robi sabía que para lograr su sueño necesitaba mucha disciplina. Pensaba en todo lo que había aprendido de su papá roble, que siempre le decía:

"La paciencia y el trabajo diario son la clave para crecer sano y fuerte, hijo. No hay atajos."

Cada mañana, Robi se despertaba con el sol y comenzaba su rutina. Estiraba sus ramas, absorbía el aire fresco y escuchaba el canto de los pájaros. Sin embargo, no todo era fácil. Había días en que el viento soplaba fuerte y hacía que sus ramas temblaran.

"¿Por qué tengo que ser pequeño?" - se quejaba Robi, sintiéndose un poco triste.

Pero un día, conoció a una vieja tortuga llamada Tula que caminaba lentamente por el jardín. Ella se detuvo frente a Robi y le sonrió:

"¿Por qué estás tan desanimado, pequeñito?"

"Quiero ser el árbol más alto y fuerte de este jardín, pero a veces siento que no puedo lograrlo" - respondió Robi, soltando un suspiro.

Tula miró a Robi con sabiduría y le dijo:

"La grandeza no siempre está en la altura, querido roble. A veces, ser fuerte significa ser constante y seguir adelante a pesar de lo que sientes".

Robi reflexionó sobre las palabras de Tula y decidió darle un giro a su actitud. Empezó a ver el mundo con nuevos ojos. Un día, mientras miraba a las nubes,

"Voy a aprender a ser paciente" - se dijo a sí mismo.

Se enfocó en cuidar sus raíces y en beber agua de la lluvia, y mientras tanto, observaba a los otros árboles. Notaba cómo el sauce llorón disfrutaba de su sombra y cómo el manzano se llenaba de flores. Cada uno tenía su propia belleza.

Un día, un fuerte viento sopló por todo el jardín. Todos los árboles se mecían, menos Robi, que se mantuvo firme. La tormenta duró horas, pero cuando pasó, Robi se sintió fuerte.

"¡Mirá cómo me he sostenido!" - exclamó emocionado. Y aunque sus amigos lo elogiaron, Robi sabía que esa fuerza había llegado gracias a su disciplina.

Poco a poco, comenzando su rutina de estiramiento y cuidado, Robi comenzó a crecer. Aunque no se convirtió en el árbol más alto de la noche a la mañana, sí se convirtió en el más firme y fuerte de su sección del jardín.

Un año después, Robi, ya un roble fuerte, tuvo una visita muy especial: una bandada de pájaros llegó a descansar en sus ramas.

"¡Qué hermoso lugar elegimos para descansar!" - chirriaban los pájaros.

"Ojalá yo pudiera ser tan alto como el pino" - comentó uno de los pájaros.

Robi no pudo evitar sonreír y le dijo:

"A veces no se trata de ser el más alto, sino de ser el mejor en lo que eres".

Y en ese momento, Robi se dio cuenta de que su persistencia y disciplina lo habían llevado a ser un árbol fuerte y valioso. Desde ese día, se sintió feliz y orgulloso de ser el pequeño roble que siempre había soñado ser. Ya no anhelaba ser otro; ahora quería seguir creciendo y ayudar a otros, como lo había hecho Tula con él.

Así, cada día Robi continuó creciendo, enseñando a otros árboles y plantas sobre la importancia de la disciplina, la perseverancia y aceptarse a uno mismo tal como se es.

FIN.

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