El Sueño de Romina



En un pequeño barrio de Buenos Aires, vivían Romina y su mamá, Carmen. Ambas trabajaban como sirvientas en la lujosa casa de la señora Beatriz, una mujer muy estricta y que siempre estaba de mal humor. Romina, a sus diez años, ya se había dado cuenta de que las cosas no eran fáciles para ellas. Sin embargo, siempre había algo que alegraba su corazón: la música.

Cada tarde, después de cumplir con las tareas del hogar, Romina se sentaba en un rincón del jardín y tocaba en su viejo violín. Aunque no tenía uno nuevo, el que le había regalado su abuelo le traía mucha felicidad. El sonido del violín hacía que las flores se movieran alegremente con la brisa, como si también disfrutaran de su melodía.

"Mamá, algún día seré una gran violinista", le decía Romina llena de sueños.

"Sí, mi amor, pero debes tener paciencia. Tal vez algún día todo cambie y podamos vivir con un poco más de felicidad", respondía Carmen, mientras limpiaba la vajilla.

A pesar de los tratos rudos de la señora Beatriz, Romina nunca dejaba que eso apagara su pasión por la música. Un día, mientras ensayaba, escuchó un sonido diferente que provenía del salón.

"¿Qué está haciendo la señora Beatriz?", se preguntó, intrigada.

Decidió acercarse sigilosamente. Estaba un grupo de personas sentadas en el sillón. La señora Beatriz había organizado una pequeña reunión en su casa. En medio de la charla, ella comentó:

"Todo el mundo sabe que el arte no es para personas como nosotras. Solo es para los ricos."

"¡Eso no es cierto!", pensó Romina, sintiendo que ese comentario le pinchaba el corazón.

Decidida a demostrar que el arte no tenía barreras, Romina esperó hasta que todos se fueron. Entonces, tomó su violín y, con el corazón en la mano, salió al jardín. Con una profunda respiración, tocó la melodía más hermosa que había compuesto. La música resonó por todo el barrio y, poco a poco, algunas personas comenzaron a acercarse.

Entre los nuevos oyentes estaba Don Nicolás, un anciano músico que se había retirado. Al terminar la interpretación, él aplaudió con fervor.

"¡Qué talento, niña! ¿Te gustaría que te enseñara algunos trucos?", le preguntó emocionado.

Romina miró a su madre, quien asintió sonriendo.

"Sí, por favor, Don Nicolás. ¡Sería un sueño!",

Así, comenzó una hermosa amistad. Cada tarde, Romina se reunía con Don Nicolás en el parque, donde él le enseñaba técnicas y trucos, todo mientras compartían historias de vida. Con el tiempo, Romina mejoró y su talento fue creciendo.

Un día, Don Nicolás le sugirió participar en un concurso de música.

"Esto es una gran oportunidad. Te pueden escuchar personas importantes, Romina", le dijo entusiasmado.

Romina, aunque nerviosa, sabía que debía intentarlo. En el concurso, se sintió como una verdadera estrella mientras tocaba una hermosa pieza que había compuesto. Cuando terminó, el público la aplaudió sin parar.

"Eres una estrella", le dijo uno de los jueces, un músico conocido.

Poco después, llegó la gran noticia: Romina ganó el concurso. Así, su vida comenzó a cambiar. Con el apoyo de Don Nicolás, logró un contrato para grabar un disco y, pronto, su música se escuchó en todo el país.

"¡Lo lograste, Romina!", exclamó su madre, emocionada.

A lo largo de su carrera, nunca olvidó de dónde venía. Decidió usar parte de lo que ganaba para ayudar a personas que estaban en situaciones difíciles, como ella y su mamá habían estado.

Un día, durante un concierto en un famoso teatro, Romina decidió contar su historia para inspirar a otros.

"Hoy estoy aquí, no solo por mí, sino por todas las personas que tienen un sueño. Nunca dejen que nadie les diga que no pueden hacerlo", dijo, mientras su mamá la observaba con lágrimas de orgullo.

Así, Romina no solo se convirtió en una gran violinista, sino también en un símbolo de esperanza y perseverancia, recordando siempre que, aunque las estrellas puedan parecer lejanas, con esfuerzo y amor se pueden alcanzar.

Y así, en cada melodía, Romina llevaba consigo la esencia de su historia, una historia que no solo la transformó a ella, sino también a todos aquellos que creyeron en el poder de sus sueños.

FIN.

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