El Sueño de Rubén
Un soleado día de verano, Rubén se sentaba junto a su abuela en el viejo sillón de la sala. Mientras ella tejía con sus manos ágiles, Rubén miraba por la ventana, dejando volar su imaginación.
- ¿Abuela, alguna vez has soñado con ser algo? - preguntó Rubén, entusiasmado.
- Claro, querido. De niña quería ser bailarina, pero la vida me llevó por otros caminos - respondió la abuela con una sonrisa nostálgica.
Rubén suspiró.
- A mí me gustaría ser guardia civil, como el abuelo. ¡Mirá cómo se viste! Siempre parece tan valiente y fuerte.
La abuela lo miró con ternura.
- Lo eres, Rubén. Cada vez que ayudas a tus amigos, demuestras tu valentía.
Rubén sonrió, pero seguía pensando en su abuelo. Todos los días lo veía salir de casa con su uniforme, con esa pinta de héroe que tanto admiraba. A veces, Rubén le llevaba el almuerzo al cuartel con mucha ilusión.
Pero un día, mientras lo esperaban en la cocina para comer, llegó una noticia inesperada. La abuela encendió la radio y dijo con preocupación:
- Rubén, parece que hoy tienen que ayudar a la gente en un barrio cercano. Hay un problema con un perro que se ha perdido. ¿Quieres ir a acompañar a tu abuelo?
- ¡Sí! - exclamó Rubén con entusiasmo.
Llegaron al cuartel y Rubén estaba emocionado, viendo a los guardias prepararse. Su abuelo lo saludó con una sonrisa.
- ¿Listo para ser mi ayudante? - preguntó el abuelo.
- ¡Sí, abuelo! - respondió Rubén, saltando de alegría.
Juntos, salieron en la patrulla. Mientras llegaban al barrio, Rubén se dio cuenta de que el lugar no era como lo que había imaginado. Había casas desordenadas, y algunos niños jugaban sin supervisión. Rubén sintió un cosquilleo en el estómago.
Al llegar, se pusieron a buscar al perro perdido. Los vecinos comenzaron a hablarles.
- Ese perro está asustado, se ha escapado de su hogar - dijo una mujer.
Rubén, escuchando, se dio cuenta de que el perro necesitaba ayuda. Sin pensar, se acercó a donde estaba el can, que temía a la gente. Su abuelo le dijo:
- Rubén, no te acerques demasiado. Puede asustarse aún más.
- Pero abuelo, no podemos dejarlo así - respondió Rubén, con determinación.
- Tienes razón - dijo el abuelo, apoyando su mano en el hombro de Rubén - Vamos a hacerlo juntos.
Ambos se acercaron lentamente, hablando con suaves palabras. Rubén, recordando a su abuela, comenzó a cantar una canción que ella le había enseñado. De repente, el perro se calmó y se acercó a ellos. Rubén se agachó, con la mano extendida.
- Ven aquí, amiguito. No queremos hacerte daño - le dijo Rubén.
Con paciencia y amor, lograron que el perro se acercara. Finalmente, Rubén pudo acariciarlo y el perro movió la cola con alegría. Los vecinos aplaudieron y el abuelo sonrió orgulloso.
- ¡Eres un verdadero guardia civil! - exclamó.
Después de rescatar al perro y devolverlo a su dueño, Rubén se sintió como un héroe. Cuando regresaron al cuartel, su abuelo lo abrazó.
- Hoy has demostrado que ser guardia civil no es solo llevar uniforme. Es ayudar a los demás con valentía y amor - dijo el abuelo con una sonrisa.
Rubén se iluminó. Sabía que su sueño de convertirse en guardia civil era más grande que un uniforme. Se trataba de cuidar a las personas y a los animales, de hacer del mundo un lugar mejor.
A partir de ese día, cada vez que acompañaba a su abuelo, lo hacía con el corazón lleno de esa nueva comprensión. Sabía que podía ser un héroe, sin necesidad de capa, solo siendo él mismo y ayudando a su comunidad mientras su abuela tejía cálidas historias para compartir.
Y así, Rubén y su abuelo continuaron haciendo pequeños actos de heroísmo en su barrio, construyendo un mundo más amable, uno que Rubén soñaba con proteger algún día como guardia civil.
FIN.