El Sueño de Santiago



En un pequeño barrio de Buenos Aires, vivía un niño llamado Santiago. Desde que tenía memoria, siempre había sentido una gran pasión por el deporte. Ya fuera jugar al fútbol en el parque, correr en la pista de atletismo o lanzar la pelota en el patio, el deporte llenaba sus días de felicidad.

Un día, mientras corría en el parque, Santiago escuchó a un grupo de chicos hablando sobre un torneo de fútbol que se llevaría a cabo en su escuela. "¡Va a ser increíble!"- dijo uno de ellos con entusiasmo. "Hay que inscribirse y practicar mucho para poder competir!"-.

Santiago sintió que su corazón se aceleraba. "¡Yo quiero participar!"- exclamó. Pero en el fondo, una pequeña duda lo interrumpió: "¿Seré lo suficientemente bueno?"-

Esa tarde, decidió que no iba a dejar que el miedo lo detuviera. Al llegar a casa, se encontró con su hermana, Lupe, que estaba haciendo sus tareas.

"Lupe, me quiero inscribir en el torneo de fútbol, pero tengo miedo de no ser bueno"- dijo Santiago.

"Santiago, lo importante es divertirse y dar lo mejor de vos mismo. Además, nadie nace sabiendo"- respondió Lupe.

"Tenés razón. ¡Voy a hacerlo!"-

Así fue como se inscribió y comenzó a practicar todos los días después de la escuela. Con cada entrenamiento, se sentía más confiado. Sin embargo, un giro inesperado ocurrió cuando su equipo, los "Leones del Parque", comenzó a perder los partidos. La desmotivación en el grupo creció y los chicos empezaron a pelear entre ellos.

"No creo que podamos ganar"- se quejó uno de los jugadores.

"Si seguimos así, mejor abandonemos"- añadió otro.

Santiago, preocupado, decidió organizar una reunión. En un rincón del parque, se sentó con sus compañeros.

"Chicos, sé que estamos pasando por un momento difícil, pero si no nos apoyamos unos a otros, nunca vamos a jugar bien. Recordemos por qué comenzamos a jugar: por la diversión y el compañerismo"- les dijo entusiasmado.

Los chicos lo miraron con sorpresa, y poco a poco, empezaron a reaccionar. "¡Santiago, tenés razón!"- dijo Maya, una de las más críticas del grupo. "Hagamos una cena para todos y hablemos sobre cómo mejorar en el próximo partido"-.

Con esa idea, el grupo se unió más. Prepararon una cena en el parque, y así compartieron risas, historias y, sobre todo, se prometieron apoyarse unos a otros en cada entrenamiento.

Poco a poco, los "Leones del Parque" empezaron a mejorar. Con cada práctica, aprendieron nuevas jugadas y se esforzaron para sacar lo mejor de cada uno. El día del torneo llegó y estaban nerviosos, pero también emocionados.

"¡Dale, Leones!"- gritó Santiago en el vestuario. "No importa el resultado, vamos a disfrutar y a jugar como sabemos"-

Durante el torneo, los chicos se dieron cuenta de lo lejos que habían llegado. Jugaron con habilidad y, lo más importante, se apoyaron entre sí. Finalmente, llegaron a la final. El equipo rival era muy fuerte, y en el último minuto, estaban perdiendo 2-1.

"No se rindan, chicos!"- dijo Santiago, con determinación.

"¡A jugar juntos!"- gritó uno de sus amigos. En ese momento, los "Leones del Parque" unieron fuerzas. Hicieron una jugada en equipo que terminó en un gol del más pequeño del equipo, Lucas.

"¡GOL!"- gritaron todos. El partido terminó empatado 2-2, y fueron a la tanda de penales.

En ese partido decisivo, Santiago fue el encargado de patear el penal. Su corazón latía con fuerza. Pero recordó las palabras de su hermana y de su equipo, y pateó con toda su fuerza y precisión. La pelota entró al arco y la multitud estalló en aplausos.

Al final del torneo, los "Leones del Parque" obtuvieron el segundo lugar, pero para ellos, eso no importaba. Se dieron cuenta de que, más allá del resultado, habían crecido como equipo y habían hecho grandes amigos.

"Gracias a todos por creer en nosotros"- dijo Santiago, emocionado. "Esto es solo el comienzo, sigamos jugando juntos"-

Y así, Santiago no solo se convirtió en un gran jugador, sino en un verdadero líder que enseñó que con esfuerzo, apoyo y trabajo en equipo, no hay que rendirse jamás. La pasión por el deporte había unido a un grupo de amigos que jamás olvidarían esa experiencia, y les había enseñado una lección valiosa: lo importante no es ganar, sino disfrutar y crecer juntos en el camino.

FIN.

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