El Sueño de Sofi



Era una mañana soleada en el barrio de Villa Esperanza, donde vivía Sofía, una niña de diez años que siempre llevaba una sonrisa en su rostro. Sofi era conocida por su curiosidad, siempre explorando el mundo a su alrededor con su fiel mochila llena de lápices de colores, un cuaderno y, por supuesto, su inseparable amiga, una tortuga llamada Tito.

Un día, mientras Sofi y Tito caminaban por el parque, Sofi se detuvo a observar las flores que crecían junto al sendero. Sus ojos se iluminaron al ver cómo un grupo de mariposas revoloteaba entre los pétalos.

- “¡Mirá, Tito! ¡Qué colores tan hermosos! Me encantaría aprender a pintar como ellas”, dijo Sofi, gesticulando con entusiasmo.

- “¿Y por qué no lo haces? ”, le respondió Tito con su lenta y reflexiva voz.

Sofi sonrió y exclamó: - “¡Tenés razón! ¡Voy a hacer un mural en la pared de mi casa de colores como esos! ”

Pero había un problema, la pared de su casa era de ladrillo gris y parecía un poco olvidada. Sofi pensó en cómo podría llenar ese espacio vacío de color, así que decidió hablar con su mamá.

Cuando llegó a casa, corrió hacia su mamá, que estaba en la cocina, preparando el almuerzo.

- “¡Mamá! Quiero hacer un mural en la pared de casa. ¿Puedo? Será un mural lleno de colores como las mariposas del parque”, dijo con un brillo en los ojos.

Su mamá la miró, un poco sorprendida.- “Es una idea muy creativa, Sofi, pero necesitamos pintura, y eso cuesta un poco de dinero. ¿Podrías hacer algunos trabajos para juntar el dinero? ”

Sofi asintió con determinación. - “¡Sí! Voy a hacer trabajos en el barrio. ¡Voy a juntar el dinero! ”

Y así empezó su aventura. Sofi se ofreció para pasear perros, vender limonadas y ayudar a sus vecinos a mantener sus jardines. A cada paso, se encontraba con historias fascinantes que la llenaban de alegría y, al mismo tiempo, ganaba dinero.

Una tarde, mientras vendía limonada, conoció a Don Carlos, un viejo pintor que vivía al final de la calle. Él se acercó a su mesa.

- “Hola, pequeña. ¿Te gusta pintar? ”

- “Sí, quiero hacer un mural de mariposas en mi casa, pero no tengo pintura”, respondió Sofi.

Don Carlos sonrió. - “Si juntás el dinero, ven a verme. Te daré algunos consejos y tal vez pueda ayudarte con la pintura.”

Sofi no podía creerlo. El artista la inspiró aún más a seguir trabajando para juntar el dinero que necesitaba. Después de un par de semanas, Sofi finalmente reunió suficiente dinero para comprar la pintura, así que corrió a casa y le dijo a su mamá sobre su plan.

La mamá de Sofi la llevó a la ferretería, donde escogieron varios colores vibrantes. Sofi estaba tan emocionada que no podía esperar para empezar a pintar. Cuando llegó a casa, corrió hacia la pared gris.

Sin embargo, cuando comenzaba a pintar, el cielo se oscureció de repente y comenzó a llover.

- “¡Oh, no! ¿Por qué ahora? ” Sofi se sentó en el suelo con tristeza.

Tito, que había estado a su lado todo el tiempo, le dijo con mucha calma. - “A veces, las cosas no salen como uno espera. Pero eso no quiere decir que debamos rendirnos.”

Sofi miró a Tito y se dio cuenta de que tenía razón. - “¡Tenés razón, Tito! ¡Tengo que ser paciente! Además, puedo dibujar mis ideas en el cuaderno mientras espero.”

Y así lo hizo. Sofi pasó la tarde dibujando las mariposas y soñando sobre cómo sería su mural. Cuando la lluvia finalmente se detuvo, decidió que no iba a dejar que el tiempo la venciera. Así que esperó a que la pared se secara y al día siguiente, ¡comenzó a pintar!

Los días pasaron y el mural comenzó a cobrar vida. Sofi se pasaba horas dándole color a su mural, y cada vez que alguien pasaba, sonreía al ver su increíble trabajo.

Finalmente, la mañana que terminó su mural, Sofi invitó a todos sus vecinos a una fiesta de inauguración en su casa.

- “¡Hola a todos! Estoy tan feliz de mostrarles mi mural de mariposas”, dijo Sofi emocionada.

Las personas quedaron maravilladas con el trabajo de Sofi. - “Es hermoso, Sofi. ¡Has hecho un gran trabajo! ”

Las risas y los aplausos llenaron el aire, y la mamá de Sofi le dio un abrazo. - “Estoy muy orgullosa de vos, Sofi. Te esforzaste y lograste tu sueño.”

Sofi sonrió, sintiéndose más fuerte y más capaz que nunca. Ya no solo tenía un mural de mariposas en su casa, también había aprendido el valor del trabajo duro, la paciencia y la perseverancia. Desde ese día, cada vez que pasaba frente a su mural, recordaba lo lejos que había llegado y lo importante que era seguir siempre sus sueños.

Y así, Sofi y Tito continuaron explorando, creando e inspirando a todos a su alrededor.

Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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