El Sueño de Sofía



Había una vez una nena llamada Sofía que vivía en un pequeño pueblo. Sofía era una niña muy curiosa, siempre mirando al cielo y soñando con un mundo mejor, donde todos fueran felices. Cada noche, antes de dormir, se imaginaba un lugar lleno de risas, amigos y alegría.

Un día, en el recreo, Sofía se encontró con su amigo Nicolás.

"¿Te imaginas un mundo donde todos rían y no haya más peleas?" - preguntó Sofía, mirando las nubes.

"Sí, pero eso no existe, Sofía. La gente siempre discute y se enoja" - respondió Nicolás, encogiendo los hombros.

Sofía suspiró, pero su corazón seguía lleno de esperanza. Decidió que era el momento de hacer algo. Así que, al día siguiente, reunió a sus amigos en el parque.

"¡Escuchen, chicos!" - exclamó Sofía emocionada. "Podemos crear nuestro propio mundo feliz. ¡Empecemos a ayudar a los demás!"

Sus amigos se miraron con curiosidad.

"¿Cómo?" - preguntó Luna, una nena del grupo.

Sofía pensó un instante y dijo:

"Podemos ayudar a los ancianos del barrio, jugar con los niños que están solos y hacer dibujos para los que están tristes. ¡Muéstrenles que nos importan!"

"¡Qué buena idea!" - dijo Nicolás. "Podríamos hacer una tarde de juegos en la plaza. Todos podrán participar!"

Así que, organizaron una tarde de juegos y diversión. Prepararon carteles coloridos, invitaron a todo el pueblo y, ¡el día llegó! A la plaza llegaron nenas y nenes, adultos y ancianos, todos unidos por la alegría:

"¡Bienvenidos a la tarde de la felicidad!" - gritó Sofía al abrir la puerta con una gran sonrisa.

Los juegos comenzaron: había carreras, pinturas y risas por doquier. Sin embargo, en medio de la diversión, Sofía notó que un grupo de chicos no participaba. Estaban sentados en una esquina, con las caras largas.

"¿Por qué no vienen a jugar?" - les preguntó Sofía acercándose a ellos.

"No tenemos ganas, siempre nos dejan de lado" - respondió uno de los chicos, con voz triste.

Sofía pensó en lo que podía hacer. Entonces, decidió invitar a todos juntos a unirse.

"¡Vamos! Pueden mostrar sus juegos y enseñarnos a todos!"

Al principio, los chicos dudaron, pero luego, se levantaron y pronto estaban todos jugando juntos. Las risas se multiplicaron, y la tensión se fue. Sofía sonrió al ver que su sueño de un mundo feliz estaba empezando a hacerse realidad.

Terminada la tarde, todos estaban cansados, pero felices. Sofía se dio cuenta que su sueño no solo consistía en un mundo ideal, sino en hacer pequeñas acciones que unieran a las personas.

"¡Lo logramos! Este fue el mejor día de todos" - exclamó feliz.

"Sí, Sofía, ¿y si hacemos esto cada semana?" - propuso Nicolás.

"¡Claro! Haremos del parque un lugar donde todos podamos ser felices" - dijo Sofía, con los ojos brillantes.

Y así, el pequeño grupo se propuso seguir realizando actividades juntos, creando vínculos y haciéndole conocer a la comunidad la magia que había en la unión y la amistad. Gradualmente, se sintieron parte de algo más grande, una conexión especial que resonaba en su pequeño pueblo.

Al final del año, el pueblo celebró un gran festival donde se unieron compañeros, vecinos y todos los que habían disfrutado de las tardes de juegos. Sofía subió al escenario y dijo:

"Hoy aprendimos que cada pequeño acto de bondad suma y crea un mundo donde todos podemos ser felices. ¡Gracias a todos por ayudar a hacer esto posible!"

Los aplausos resonaron y Sofía sonrió, sabiendo que, aunque no podía cambiar el mundo de la noche a la mañana, había dado un gran paso para hacerlo un lugar mejor.

Y así, Sofía y sus amigos continuaron sembrando felicidad en su comunidad, demostrando que, a veces, los sueños más grandes comienzan con pequeñas acciones.

Y colorín colorado, este sueño se ha acabado.

FIN.

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