El Sueño de Sofía
Sofía era una niña de diez años que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas. Desde muy chica, su gran pasión era el hockey. Siempre soñó con jugar en un equipo grande, pero su familia no podía permitirse los costos de los equipos y entrenamientos. Aun así, Sofía nunca se rindió. Todos los días, después de la escuela, se iba al parque con un palo de hockey que había encontrado en el altillo y una pelotita de trapo.
Un día, mientras entrenaba en el parque, conoció a un grupo de chicas que estaban practicando. Se llamaban las ‘Cazadoras de Sueños’. Sofía se acercó y les dijo:
"¡Hola! ¿Puedo jugar con ustedes?"
Las chicas la miraron con curiosidad.
"¿Sabés jugar?" - preguntó Clara, la capitana del equipo.
"Sí, un poco. Pero quiero aprender más" - respondió Sofía, con una sonrisa.
"¡Entonces vení! Aquí siempre hay espacio para una más" - dijo Clara, feliz de tener otra compañera.
Sofía se unió al equipo y empezó a entrenar con ellas. Día tras día, se esforzaba más y más. Aprendía nuevas técnicas y se hacía amigas de sus compañeras. Sin embargo, había un obstáculo: el equipo tenía que recopilar dinero para comprar los uniformes y el equipo oficial. Clara se le acercó un día y le dijo:
"Esto no va a ser fácil. Necesitamos recaudar fondos. ¿Tenés alguna idea?"
Sofía pensó un momento y respondió:
"Podemos hacer una venta de tortas en la plaza. A la gente le gusta comprar cosas ricas y así ayudamos a nuestra causa."
"¡Genial! Se me ocurre que podemos hacer también una rifa!" - sugirió otra compañera.
Así, las Cazadoras de Sueños empezaron a organizar la venta de tortas y la rifa. Pasaron días horneando y vendiendo en la plaza, y poco a poco, el dinero fue sumándose. Usaron sus ahorros, convencieron a sus familias y amigos, y en pocas semanas lograron juntar suficiente para comprar lo que necesitaban.
Con el uniforme nuevo y todos con mucho entusiasmo, las chicas se prepararon para su primer torneo. La noche anterior, Sofía estaba nerviosa y no podía dormir. Su madre entró a su habitación y le dijo:
"Sofía, recuerda que lo más importante es disfrutar del juego. Sí, ganar es lindo, pero lo que cuenta es la diversión y las amistades que haces."
"Sí, mamá. Gracias por apoyarme siempre" - respondió Sofía, sintiéndose un poco más tranquila.
El día del torneo llegó y las Cazadoras de Sueños estaban listas. Jugaron con mucha energía, pero al llegar a la final, se encontraron con un equipo muy fuerte. La primera mitad del partido fue difícil y estaban perdiendo 2-0. Cuando el árbitro pitó el medio tiempo, Sofía se acercó a sus compañeras y dijo:
"No tenemos que rendirnos. ¡Vamos a dar lo mejor de nosotras! ¡Recuerden que somos un equipo!"
Las chicas asintieron y volvieron al campo con renovado ímpetu.
Durante la segunda parte, las Cazadoras de Sueños comenzaron a jugar mejor, pasándose la bocha con precisión y moviéndose en equipo. Sofía recibió la bocha en un momento clave y, con un impulso de energía, disparó a la portería. ¡Gol! La alegría fue contagiosa y motivó al equipo.
En los últimos minutos del partido, con el marcador empatado 2-2, Sofía recibió otra vez la bocha. Miró a su alrededor, vio a sus compañeras apoyándola y decidió pasar la bocha a Clara, que venía corriendo. Clara no dudó y también disparó. ¡Gol! Las Cazadoras de Sueños ganaron el partido.
Celebraron juntas y Sofía no podía creer lo que habían logrado.
"¡Lo logramos! ¡Es increíble!" - exclamó Sofía, llena de alegría.
Clara la abrazó y respondió:
"Esto es solo el comienzo, Sofía. Con esfuerzo y amistad, podemos lograr cualquier cosa."
Desde ese torneo, las Cazadoras de Sueños no solo aprendieron sobre hockey, sino también sobre trabajo en equipo y la importancia de nunca rendirse ante las adversidades. Sofía comprendió que cada desafío podía superarse si creía en sí misma y en sus amigas. Y así, con su cabezota llena de sueños y su corazón lleno de amistad, Sofía continuó jugando al hockey, siempre dispuesta a alcanzar nuevas metas, nunca olvidando que lo más importante era disfrutar del camino.
FIN.