El Sueño de Sofía
Sofía era una niña de diez años que soñaba con ser la mejor gimnasta del mundo. Desde que tenía memoria, había estado fascinada con los movimientos gráciles, las piruetas y los saltos que las gimnastas hacían. Con el apoyo de sus amigas, decididas a convertirse en campeonas junto a ella, Sofía pasaba horas entrenando en el gimnasio, perfeccionando su técnica en las paralelas, la barra y el suelo.
Una tarde, mientras se preparaban para un nuevo entrenamiento, Sofía le dijo a sus amigas:
- “Chicas, este año se lleva a cabo el torneo nacional. ¡Nos debemos preparar al máximo! ”
Sus amigas, Valentina y Lucía, respondieron al unísono:
- “¡Sí! Vamos a darlo todo.”
Los días pasaron, y el trío entrenaba duro cada día. A veces eran tan intensos los entrenamientos que caían agotadas y se quedaban dormidas juntas en el tapiz. Pero siempre se despertaban listas para seguir adelante. Un día, mientras practicaban un nuevo salto, Sofía se cayó y se torció un poco el tobillo.
- “Ay, ¡eso dolió! ” - exclamó mientras se sentaba, tratando de no llorar.
Valentina, preocupada, se acercó:
- “Sofía, ¿estás bien? Quizás deberías descansar.”
Lucía, que siempre tenía un plan, sugirió:
- “Podríamos hacer ejercicios de respiración y flexibilidad mientras te recuperas. ¡Así no perdemos tiempo! ”
Sofía sonrió, aunque se sentía un poco triste.
- “Está bien, chicas. Pero prometan que seguirán practicando.”
Las tres se dedicaron a mantener la energía alta mientras Sofía se recuperaba. Con el tiempo, el tobillo de Sofía sanó, y volvió al entrenamiento con más fuerza que nunca. Pero una semana antes del torneo, las chicas descubrieron que una rival muy fuerte, la campeona del año pasado, también participaría.
- “Chicas, ella es muy buena. Pero tenemos que darlo todo, sin importar qué pase.” - dijo Sofía, con determinación.
El día del torneo llegó. La emoción corría en el aire mientras Sofía, Valentina y Lucía se preparaban tras el telón.
- “Recuerden, apoyo y diversión. ¡Eso es lo que importa! ” - dijo Lucía, dándoles un abrazo.
Sofía subió a la barra con su corazón latiendo rápidamente. Realizó un salto espectacular, giró y aterrizó muy bien. La multitud aplaudió. A medida que avanzaba en cada rutina, sus amigas estaban con ella, animándola a dar lo mejor. Al final de la jornada, las estudiantes de gimnasia se reunieron para escuchar los resultados.
- “Tercer lugar, Sofía. ¡Felicitaciones! ” - anunció el juez.
Sofía sintió una mezcla de alegría y decepción. Pero tuvo que recordar el verdadero propósito de su esfuerzo. Valentina y Lucía se acercaron corriendo:
- “¡Sofía, hiciste un gran trabajo! ”
- “Sí, ¡nos divertimos tanto! ” - añadió Valentina.
- “Gracias, chicas. Me siento feliz porque lo logramos juntas.” - respondió Sofía, sonriendo mientras abrazaba a sus amigas.
En ese momento, Sofía entendió que el primer lugar no siempre es lo más importante. Lo que realmente cuenta es el esfuerzo, la dedicación y el apoyo de los amigos en el camino. Así que, aunque no había ganado la medalla de oro, había ganado algo mucho más valioso: la amistad y la satisfacción de haberlo intentado.
Desde esa competencia, Sofía y sus amigas continuaron entrenando, divirtiéndose y apoyándose, convirtiéndose poco a poco en el equipo más fuerte del gimnasio, siendo inspiración para otras niñas que también soñaban con brillar en la gimnasia artística.
- “¡Vamos a seguir soñando y esforzándonos! ¡El próximo año, otro torneo nos espera! ” - gritó Sofía, mientras todas comenzaban a practicar nuevamente, más unidas que nunca.
FIN.