El Sueño de Sofía



Sofía era una niña de diez años que vivía en un pequeño pueblo donde todos la conocían por su talento para bailar. Desde que tenía memoria, soñaba con viajar a Tahití, una isla llena de playas de arena blanca y palmeras que se mecían con la brisa del mar. Sofía pasaba horas en su habitación practicando diferentes estilos de baile: salsa, ballet y hasta hip hop, porque sabía que cada movimiento la acercaba más a su sueño.

Un día, mientras bailaba en el parque, su mejor amiga, Valentina, se acercó corriendo.

"¡Sofía! ¡Coloquial una escuela de baile en la ciudad! Disfrutan mucho de los talentos únicos. Podrías inscribirte y ganar concursos para conseguir dinero para tu viaje a Tahití!"

"¡Es maravilloso, Valen! Pero necesitaría ser la mejor bailarina para ganar. No sé si puedo hacerlo"

"¡Claro que podés! Ya te mostraron a bailar y tu amor por el baile!"

Con el apoyo de Valentina, Sofía se inscribió en la escuela de baile. Todos los días después de la escuela, corría a su clase, donde conoció a otros niños con sueños similares. Allí, conoció a Diego, un chico amable con una energía contagiosa.

"¿Por qué quieres bailar tanto?" preguntó Diego.

"Quiero ir a Tahití, es mi sueño más grande, ¡quiero bailar allí en la playa!"

"¡Eso suena increíble! Quizás podemos bailar juntos en el concurso. ¿Qué pensás?"

"¡Sí! Será genial!"

Sofía y Diego trabajaron juntos, creando una coreografía que describía el viaje a Tahití. Sin embargo, a medida que se acercaba la fecha del concurso, Sofía comenzaba a sentir nervios. Temía que no fuera lo suficientemente buena. La noche anterior al concurso, no pudo dormir.

Esa tarde, Valentina la visitó para hacerle compañía.

"Sofía, todo va a salir bien. Has practicado mucho. ¡Confía en ti!"

"Sí, pero... ¿y si me equivoco?"

"Todos se equivocan. Lo importante es disfrutar y mostrar cómo bailar te hace feliz"

Con esas palabras de aliento, Sofía se sintió un poco más tranquila. El día del concurso llegó, y las luces brillaban sobre el escenario mientras la gente aplaudía. Sofía se sentía como si estuviera en lo alto de una montaña, con la vista clara hacia el horizonte.

Cuando llegó su turno, Sofía tomó una profunda respiración y miró a Diego. Juntos, comenzaron a bailar, y mientras se movían, cada paso parecía llevarlos más cerca de su meta de Tahití. El público los aplaudía mientras se dejaban llevar por la música.

Sin embargo, de repente, una de las luces del escenario parpadeó y la música se detuvo. Todos se quedaron en silencio. Sofía sintió que su corazón se detuvo.

"¡No!" pensó. Pero luego recordó las palabras de Valentina. En lugar de detenerse, ella tomó la mano de Diego y, juntos, comenzaron a improvisar un baile sin música. Se movían libremente, riendo y disfrutando, hasta que la música se reanudó nuevamente.

Cuando terminaron con una pirueta final, el público estalló en aplausos. Sofía sonrió. No importaba si ganaban o no, había disfrutado del momento, y eso era lo más importante. El jurado, impresionado con su actuación auténtica, decidió darles un primer premio.

"¡Lo logramos, Sofía!" gritó Diego, abrazándola y girándola por el aire.

"Sí, ¡lo logramos!"

Con el premio en sus manos, Sofía comenzó a ahorrar. Poco a poco, los pesos se sumaban. Aprendieron que podían dar actuaciones en el barrio y recolectar donaciones. Con el tiempo, lograron reunir suficiente dinero para viajar a Tahití.

Años más tarde, Sofía vio el océano turquesa de Tahití por primera vez. Bailó a la orilla de la playa, sintiendo cada ola y cada brisa. Miró hacia el mar y gritó:

"¡Lo logré!" En ese momento, supo que la perseverancia, junto con el amor y la alegría de compartir su talento, no solo la habían llevado a cumplir su sueño, sino que también la habían llenado de recuerdos inolvidables. Y así, su viaje a Tahití no fue solo un destino, sino el comienzo de muchas más aventuras.

Y cada vez que regresaba a casa, seguía bailando, inspirando a otros a seguir sus sueños, sin importar lo difíciles que parecieran.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!